Por ANULFO MATEO
PÉREZ
En este país del narcotráfico, el sicariato y la
politiquería, donde la
Constitución sigue siendo un pedazo de papel, existen
obstáculos casi insalvables que impiden por el momento cambiar las injustas
estructuras de dominación, las cuales están al servicio de unos pocos contra
las mayorías.
Es cierto que esa minoría insaciable y rapaz miente,
maniobra, corrompe, prevarica, usa los recursos del Estado en el ámbito
legislativo, judicial y del ejecutivo, para su absoluto provecho individual y
grupal.
También es verdad, que sujetos que constituyeron el
contrapeso histórico de ser la “derecha de la izquierda”, ahora hacen galas de
ser vulgares mercaderes de las ideas y sin ningún rubor actúan en plena luz del
día para insuflar pesimismo y frustración a los que desean cambios verdaderos.
El deber es impedir que ellos, relevos de dictadores y
tahúres de toda laya, siembren el pesimismo al pueblo dominicano, que según
nuestro poeta nacional, ha sido y es “pateado como una adolescente en las
caderas”.
Cuanta razón tenía Pablo Neruda, cuando, en un contracanto
con Pedro Mir, gritó a todo pulmón que el dominicano, al rivalizar con otros
pueblos, se sacó los premios en ese asunto de escoger pésimos gobiernos.
No obstante, el país tiene fuerzas telúricas en el orden
ético-moral y social, dormidas en la subjetividad, las cuales entrarán más
temprano que tarde en erupción para terminar con esta pesadilla. Entonces, y
sólo entonces, pasaremos a ver con escalofrío de esperanzas “subir la luna
sobre el sufrimiento”.
Ningún temor debe aprisionarnos. Ni una gota de pesimismo
debe salpicarnos.
Apliquemos
oídos sordos a los sofistas ilustres. Y no olvidemos las enseñanzas de
Isaac Newton, hoy vox populi, todo lo que sube tiene que bajar.
6/Febrero/2010.
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