Por
ANULFO MATEO PÉREZ
No
es casual que al celebrarse el pasado 10 de diciembre, el Día Internacional de
los Derechos Humanos, se arreciara la perversa campaña contra Cuba, está vez
tomando el tema de la cultura como estandarte para arremeter contra las medidas
regulatorias que se han establecido en el Decreto 349.
En
Cuba desde el triunfo de la
Revolución , se ha tenido una certera política cultural, como
respuesta a la fragmentación y decadencia de las ideas “modernas” que se
observa en una gran parte del mundo.
La
acción del proceso de transformación socialista está orientada, respecto a la
cultura, al equilibrio y la integración, que tiene raíces en la mejor tradición
occidental, renovando y actualizándose cada día.
Los
enemigos de Cuba han elevado “el grito al cielo”, porque existen reglas para
impedir que desde otras latitudes se imponga la vulgaridad, el irrespeto a los
símbolos patrios y se atente contra su identidad cultural.
Ya
en la República Dominicana
conocemos, por ejemplo, qué viene sucediendo con ciertos “reggaetoneros” y sus
“obras artísticas”, y los estragos en muchos jóvenes atrapados en la ignorancia
y las drogas.
Desde
José Martí, los cubanos han ido avanzando en el arte, apoyados en la ciencia y
la cultura universal, y muestra de ello son Pablo Milanes y Silvio Rodríguez,
resultado de ese proceso revolucionario.
Sin
embargo, si se profundiza en la literatura política, social y filosófica del
siglo XX, se hallará que en el sustrato se halla, y en el mismo pensamiento
socialista, para apoyar la cultura o para tergiversarla.
El
deber de Cuba es mantenerse alerta sobre los problemas de la desintegración
cultural, que sobre bases imperialistas -en una nueva fase de internacionalización
de la riqueza- se está creando en el mundo.