Por ANULFO
MATEO PEREZ
I
La violencia continúa
siendo un fenómeno preocupante en la sociedad; su estudio es hoy una prioridad
en todo el planeta, y en los foros internacionales se dan cita los más
renombrados profesionales de la conducta humana
preocupados por analizar sus
causas, la repercusión micro y macrosocial.
Este fenómeno es multifactorial:
económico, social y político. Cuentan el analfabetismo, gran
desempleo, insalubridad física y mental, así como discriminación y xenofobia
(inequidad de género y racismo).
La violencia repunta
cuando se presentan crisis económicas y/o política, inexistencia de un régimen
de consecuencia, conculcación de los derechos políticos, marginalidad social y
económica, entre otros.
Desde otra óptica,
hay que considerar que la violencia es una expresión de la agresividad innata
del ser humano y de los animales inferiores, por lo que el desarrollo psicosocial
del infante es de cuidar con esmero.
El país ha sido
estremecido por actos de violencia con escalamiento de viviendas y pérdida de
vidas humanas, como en el caso de la ejecutiva bancaria Julissa Margarita
Campos Hernández, de 43 años de edad.
Las instituciones
que deben velar por la seguridad ciudadana, el bienestar de la colectividad,
justicia y la paz están podridas, propio de un país neo-colonizado, con un capitalismo
atrasado y dependiente.
El abuso de padres,
tutores o extraños contra niños y adolescentes en el ámbito del hogar o fuera
de él son cada vez más frecuentes y abominables, como ocurrió con Yaneisy
Rodríguez, de cuatro años, en Santiago.
Una nación
convulsa como la nuestra, clama por cambios estructurales verdaderos, es decir,
desplazar este injusto y caótico sistema político por otro que permita superar
los males que corroen el tejido social.
II
¿Las personas violentas
nacen o se hacen? La pregunta es pertinente si tenemos en cuenta que en otras
sociedades, que a diferencia de las del Tercer Mundo son desarrolladas y donde
existen excelentes estándares de vida, también la violencia se expresa de forma
incontrolable y preocupante.
Sabemos de
suicidios colectivos de jóvenes de clase media en Japón; homicidios por motivos
pasionales en España; jóvenes que cazan con fusiles automáticos a niños y profesores
en centros escolares en EE.UU.
En culturas y realidades
económicas diferentes a la nuestra también se expresa la violencia, donde al
menos el flagelo del hambre, el desempleo, el analfabetismo y la exclusión no
tienen los niveles del Tercer Mundo.
La violencia tiene
su origen, además de los factores económicos, políticos y sociales, reitero, en
la agresividad innata del ser humano y el aprendizaje que se hace de ella desde
la niñez, sobre todo en el hogar.
Los expertos
coinciden en que la educación integral basada en la expresión de cariño y la
corrección de conductas agresivas en los niños, es parte de la “regla de oro”
en la prevención de la violencia.
La adecuada
socialización del niño es clave para su conducta amigable en la adultez,
recordando que hasta los dos años se registra el pico más alto de
comportamientos agresivos de baja intensidad.
Con la socialización
sistematizada se va inhibiendo la violencia del infante, a medida que va
desarrollando conductas alternativas para conseguir sus objetivos relacionados
con sus necesidades primarias.
Pero existen entre
un 5 y un 10 por ciento de menores, que por motivos personales o sociales, no
consiguen inhibir esta conducta y se convierten en violentos, llenando las
crónicas rojas de los diarios.
III
El experto en el
estudio de la conducta humana, José Sanmartín, señala en uno de sus estudios que
en los casos “de violencia de alta intensidad, como son niños que matan a otros
niños, siempre aparecen dos constantes: tienen una situación familiar mala y
son menores excluidos del mundo y de sus compañeros”.
El investigador
español indica que la exclusión social multiplica por cuatro el riesgo de
violencia, y la falta de cariño y corrección en las conductas inadecuadas de
los niños permite la expresión de violencia.
La negligencia de
padres en el cuidado de los hijos, la falta de “modelos masculinos positivos” y
el incremento del maltrato infantil son tres de los factores que inciden en la
violencia juvenil, y luego en la adultez.
Esos conceptos
son compartidos por los más dedicados investigadores de la conducta humana,
como es el caso de Kathleen Heide, profesora de Criminología de la Universidad
del Sur de Florida, EE.UU.
Dice que ahora es
“más fácil” que niños se críen sin “una supervisión o una guía paternal” por el
incremento de familias monoparentales, asumiendo las escuelas enseñar a los
niños cómo actuar ante un conflicto.
Pero cuando se da
la ausencia de una figura paterna, o de un modelo de su mismo sexo, es más
probable que los jóvenes exageren su pretendida masculinidad en actos de
machismo frente a los demás.
En la sociedad actual
se han producido cambios en la estructura familiar: trabajo de ambos padres,
divorcios o madres solteras que han disminuido el cuidado de los niños, aumentando
el riesgo de conductas violentas.
Martín Teicher,
especialista en neurobiología, asume la tesis de que el maltrato infantil
“desencadena una cascada de procesos
moleculares”, que pueden provocar un incremento de la agresividad.
Colofón
No debemos desdeñar
ningún factor que genere violencia; es necesario tener en cuenta nuestra
condición de país con estructuras económicas y superestructuras propias de un
país capitalista atrasado y dependiente, con múltiples problemas en el orden
económico-social, político y ético-moral.
La sociedad
dominicana esta acicateada por la exclusión de género, y grandes contingentes
humanos la sufren en el plano económico; más de la mitad de la población vive
por debajo de la línea de pobreza.
Pero además, las políticas
económico-sociales de los gobiernos que han asumido la dirección de nuestro
país han generado un alto porcentaje de desempleo, analfabetismo; insalubridad,
delincuencia e inseguridad.
El Estado y sus representantes
continúan modelando un comportamiento caracterizado por la corrupción,
exclusión social, la opulencia de los de arriba y el abuso de todo tipo contra
los de abajo.
Pese a los instrumentos
jurídicos, políticos y programas oficiales para el bienestar de la población en
países con niveles de mayor desarrollo, también persisten normas sociales y
culturales que inciden en este flagelo.
Es impostergable el
fortalecimiento de las capacidades y espacios para la protección integral de niños,
niñas y adolescentes, con la visibilidad y la prevención de diversos tipos de
violencia, incluida la de género.
Es muy
importante promover patrones de crianza positivos y paternidad responsable,
atención de calidad a la primera infancia, desarrollo y participación
adolescente, prevención de este fenómeno en ámbitos escolares.
Para disminuir de
forma significativa la violencia multifactorial en la República Dominicana, es necesario
cambiar este modelo económico, social y político pervertido, generador de estos
males que nos abaten.