Raíces Radio

sábado, 15 de febrero de 2020

Impacto de la violencia


Por ANULFO MATEO PEREZ

I

La violencia continúa siendo un fenómeno preocupante en la sociedad; su estudio es hoy una prioridad en todo el planeta, y en los foros internacionales se dan cita los más renombrados profesionales de la conducta humana 
preocupados por analizar sus causas, la repercusión micro y macrosocial.

Este fenómeno es multifactorial: económico, social y político. Cuentan el analfabetismo, gran desempleo, insalubridad física y mental, así como discriminación y xenofobia (inequidad de género y racismo).

La violencia repunta cuando se presentan crisis económicas y/o política, inexistencia de un régimen de consecuencia, conculcación de los derechos políticos, marginalidad social y económica, entre otros.

Desde otra óptica, hay que considerar que la violencia es una expresión de la agresividad innata del ser humano y de los animales inferiores, por lo que el desarrollo psicosocial del infante es de cuidar con esmero.

El país ha sido estremecido por actos de violencia con escalamiento de viviendas y pérdida de vidas humanas, como en el caso de la ejecutiva bancaria Julissa Margarita Campos Hernández, de 43 años de edad.

Las instituciones que deben velar por la seguridad ciudadana, el bienestar de la colectividad, justicia y la paz están podridas, propio de un país neo-colonizado, con un capitalismo atrasado y dependiente.

El abuso de padres, tutores o extraños contra niños y adolescentes en el ámbito del hogar o fuera de él son cada vez más frecuentes y abominables, como ocurrió con Yaneisy Rodríguez, de cuatro años, en Santiago.

Una nación convulsa como la nuestra, clama por cambios estructurales verdaderos, es decir, desplazar este injusto y caótico sistema político por otro que permita superar los males que corroen el tejido social.

II

¿Las personas violentas nacen o se hacen? La pregunta es pertinente si tenemos en cuenta que en otras sociedades, que a diferencia de las del Tercer Mundo son desarrolladas y donde existen excelentes estándares de vida, también la violencia se expresa de forma incontrolable y preocupante.

Sabemos de suicidios colectivos de jóvenes de clase media en Japón; homicidios por motivos pasionales en España; jóvenes que cazan con fusiles automáticos a niños y profesores en centros escolares en  EE.UU.

En culturas y realidades económicas diferentes a la nuestra también se expresa la violencia, donde al menos el flagelo del hambre, el desempleo, el analfabetismo y la exclusión no tienen los niveles del Tercer Mundo.

La violencia tiene su origen, además de los factores económicos, políticos y sociales, reitero, en la agresividad innata del ser humano y el aprendizaje que se hace de ella desde la niñez, sobre todo en el hogar.

Los expertos coinciden en que la educación integral basada en la expresión de cariño y la corrección de conductas agresivas en los niños, es parte de la “regla de oro” en la prevención de la violencia.

La adecuada socialización del niño es clave para su conducta amigable en la adultez, recordando que hasta los dos años se registra el pico más alto de comportamientos agresivos de baja intensidad.

Con la socialización sistematizada se va inhibiendo la violencia del infante, a medida que va desarrollando conductas alternativas para conseguir sus objetivos relacionados con sus necesidades primarias.

Pero existen entre un 5 y un 10 por ciento de menores, que por motivos personales o sociales, no consiguen inhibir esta conducta y se convierten en violentos, llenando las crónicas rojas de los diarios.

III

El experto en el estudio de la conducta humana, José Sanmartín, señala en uno de sus estudios que en los casos “de violencia de alta intensidad, como son niños que matan a otros niños, siempre aparecen dos constantes: tienen una situación familiar mala y son menores excluidos del mundo y de sus compañeros”.

El investigador español indica que la exclusión social multiplica por cuatro el riesgo de violencia, y la falta de cariño y corrección en las conductas inadecuadas de los niños permite la expresión de violencia.

La negligencia de padres en el cuidado de los hijos, la falta de “modelos masculinos positivos” y el incremento del maltrato infantil son tres de los factores que inciden en la violencia juvenil, y luego en la adultez.

Esos conceptos son compartidos por los más dedicados investigadores de la conducta humana, como es el caso de Kathleen Heide, profesora de Criminología de la Universidad del Sur de Florida, EE.UU.

Dice que ahora es “más fácil” que niños se críen sin “una supervisión o una guía paternal” por el incremento de familias monoparentales, asumiendo las escuelas enseñar a los niños cómo actuar ante un conflicto.

Pero cuando se da la ausencia de una figura paterna, o de un modelo de su mismo sexo, es más probable que los jóvenes exageren su pretendida masculinidad en actos de machismo frente a los demás.

En la sociedad actual se han producido cambios en la estructura familiar: trabajo de ambos padres, divorcios o madres solteras que han disminuido el cuidado de los niños, aumentando el riesgo de conductas violentas.

Martín Teicher, especialista en neurobiología, asume la tesis de que el maltrato infantil “desencadena  una cascada de procesos moleculares”, que pueden provocar un incremento de la agresividad.

Colofón

No debemos desdeñar ningún factor que genere violencia; es necesario tener en cuenta nuestra condición de país con estructuras económicas y superestructuras propias de un país capitalista atrasado y dependiente, con múltiples problemas en el orden económico-social, político y ético-moral.

La sociedad dominicana esta acicateada por la exclusión de género, y grandes contingentes humanos la sufren en el plano económico; más de la mitad de la población vive por debajo de la línea de pobreza.

Pero además, las políticas económico-sociales de los gobiernos que han asumido la dirección de nuestro país han generado un alto porcentaje de desempleo, analfabetismo; insalubridad, delincuencia e inseguridad.

El Estado y sus representantes continúan modelando un comportamiento caracterizado por la corrupción, exclusión social, la opulencia de los de arriba y el abuso de todo tipo contra los de abajo.

Pese a los instrumentos jurídicos, políticos y programas oficiales para el bienestar de la población en países con niveles de mayor desarrollo, también persisten normas sociales y culturales que inciden en este flagelo.

Es impostergable el fortalecimiento de las capacidades y espacios para la protección integral de niños, niñas y adolescentes, con la visibilidad y la prevención de diversos tipos de violencia, incluida la de género.

Es  muy importante promover patrones de crianza positivos y paternidad responsable, atención de calidad a la primera infancia, desarrollo y participación adolescente, prevención de este fenómeno en ámbitos escolares.

Para disminuir de forma significativa la violencia multifactorial en la República Dominicana, es necesario cambiar este modelo económico, social y político pervertido, generador de estos males que nos abaten.