Por ANULFO MATEO PÉREZ
Colombia ha vuelto a
ocupar la atención del mundo tras la liberación de Ingrid Betancourt,
los tres mercenarios estadounidenses y soldados del ejército de ese país
sudamericano. Los que dominan la comunicación global han montado una
campaña mediática para validar la violencia.
Los cañones han sido dirigidos contra las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia (FARC) y sectores liberales de la sociedad
colombiana. Ahora resulta que los insurgentes y otros sectores de
oposición son los responsables de la violencia, no así la oligarquía y
sus representantes.
Y mientras se desarrolla esa campaña, la senadora opositora Piedad
Córdoba es sometida por el Gobierno de Alvaro Uribe a la Corte Suprema,
junto a los diputados Wilson Borja y Gloria Ramírez, bajo ‘sospechas’ de
tener presuntos vínculos con la guerrilla, sin importar su papel en la
liberación de un grupo de colombianos de manos de las FARC.
La violencia en Colombia es un fenómeno histórico-político, impuesta
por la clase dominante para defender privilegios e intereses. Los de
abajo lo único que han hecho es resistirla, desde las luchas indígenas a
la conquista española, repuntando con las protestas de los Comuneros
del Socorro.
Esa intolerancia llevó a la oligarquía a atentar contra Bolívar en
septiembre de 1828. Y cuando renuncia en 1830 (tenía tuberculosis), el
Mariscal Sucre es asesinado, al perfilarse como su sucesor.
En 1914 fue asesinado el caudillo liberal Rafael Uribe, quien
sostenía que el liberalismo debía beber en las canteras del socialismo.
Así la “Masacre de las Bananeras” en 1928, fue sólo un botón de la
represión contra el movimiento sindical, campesino e indígena. Más de
mil colombianos fueron asesinados, entre ellos mujeres y niños, por
orden del general Cortés Vargas, sobre el pretexto de evitar una
intervención militar estadounidense al servicio de la United Fruit
Company.
Jorge Eliécer Gaitán, líder de una facción izquierdista del Partido
Liberal en el Congreso, denunció la masacre y replicó al General que
esas balas debían dirigirse contra el supuesto invasor. Su actitud lo
llevó a ser respaldado como candidato a la Presidencia el 16 de marzo de
1947, para ser asesinado el 9 de abril de 1948.
El hecho provocó una rebelión popular llamada “El Bogotazo”. Ospina
Pérez, primero, y Laureano Gómez, después, desarrollaron una campaña
terrorista que arrojó más de 300 mil muertos entre las filas liberales y
comunistas.
La insurgencia guerrillera es consecuencia de la violencia
desarrollada por la clase dominante, y cuando ha intentado deponer las
armas han asesinados a sus dirigentes, como es el caso de Guadalupe
Salcedo en 1957. Y los más de 5 mil asesinados de la Unión Patriótica,
el Partido Comunista y los liberales, desde los años 80s.
Esa oligarquía, Uribe y los halcones de la Casa Blanca son los responsables de la violencia en Colombia.
6 de julio, 2007.
Raíces Radio
lunes, 12 de mayo de 2014
domingo, 11 de mayo de 2014
¿Cuál democracia?
Por ANULFO MATEO PÉREZ
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Carlos Marx entendía que para el propio ascenso del progreso material tras el desarrollo inusitado de las fuerzas productivas que tenía su apoyatura en la ciencia, debía propiciar al mismo tiempo el libre desenvolvimiento de las relaciones sociales y el predominio del más acendrado humanismo.
Por tanto, el propio desarrollo cultural, y libre desenvolvimiento de las relaciones estéticas y éticas basadas en el desempeño del hombre con todas sus prerrogativas garantizadas, era para él la mayor realización de la democracia.
Es conveniente hacer una corrección de ciertos conceptos que tergiversan las ideas de Marx, en cuanto a la esencia y término de la “dictadura del proletariado”.
Él no habló de dictadura de un partido, ni como liderazgo político permanente. Esas fueron lecturas tergiversadas de la teoría expuesta, que llevaron a cometer serios errores en la construcción del socialismo.
En la Crítica al Programa de Gotha, Marx apunta un aspecto raigal de la democracia que es el derecho; insiste en que la sociedad que acaba de salir del capitalismo presenta las taras de la vieja sociedad.
La igualdad aquí se mide por el mismo rasero: el trabajo. Dice: “Indefectiblemente en el socialismo no reina la plena igualdad, ya que NO todos los individuos tienen la misma capacidad física y mental y por tanto unos aportarían más que otros”.
Incluso, Marx reconoce la posibilidad de que unos sean más ricos que otros, y al mismo tiempo apunta la certera idea de que estos defectos son inevitables en la primera fase de la sociedad comunista.
Esta concepción fue adulterada por muchas experiencias de construcción del socialismo en el mundo, que se propusieron un igualitarismo económico y cultural, por encima de las condiciones económicas existentes.
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Carlos Marx entendía que para el propio ascenso del progreso material tras el desarrollo inusitado de las fuerzas productivas que tenía su apoyatura en la ciencia, debía propiciar al mismo tiempo el libre desenvolvimiento de las relaciones sociales y el predominio del más acendrado humanismo.
Por tanto, el propio desarrollo cultural, y libre desenvolvimiento de las relaciones estéticas y éticas basadas en el desempeño del hombre con todas sus prerrogativas garantizadas, era para él la mayor realización de la democracia.
Es conveniente hacer una corrección de ciertos conceptos que tergiversan las ideas de Marx, en cuanto a la esencia y término de la “dictadura del proletariado”.
Él no habló de dictadura de un partido, ni como liderazgo político permanente. Esas fueron lecturas tergiversadas de la teoría expuesta, que llevaron a cometer serios errores en la construcción del socialismo.
En la Crítica al Programa de Gotha, Marx apunta un aspecto raigal de la democracia que es el derecho; insiste en que la sociedad que acaba de salir del capitalismo presenta las taras de la vieja sociedad.
La igualdad aquí se mide por el mismo rasero: el trabajo. Dice: “Indefectiblemente en el socialismo no reina la plena igualdad, ya que NO todos los individuos tienen la misma capacidad física y mental y por tanto unos aportarían más que otros”.
Incluso, Marx reconoce la posibilidad de que unos sean más ricos que otros, y al mismo tiempo apunta la certera idea de que estos defectos son inevitables en la primera fase de la sociedad comunista.
Esta concepción fue adulterada por muchas experiencias de construcción del socialismo en el mundo, que se propusieron un igualitarismo económico y cultural, por encima de las condiciones económicas existentes.
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