Raíces Radio

jueves, 3 de febrero de 2022

La Envidia


Por ANULFO MATEO PEREZ

I

La envidia es un trastorno psicológico muy frecuente en la sociedad actual, y es común que el portador del mismo trate de disimularlo, cuando su entorno tiene un nivel intelectual igual o superior, creando barreras infranqueables respecto a sus relaciones interpersonales en su medio micro y macro-social.

Esta condición es parte del cortejo de manifestaciones de la personalidad narcisista, por lo que un número significativo de psiquiatras abogan por dar continuidad a la investigación de esa alteración psicológica. 

El individuo narcisista, quien es identificado por la envidia, grandiosidad y una autoestima sumamente hipertrofiada, siente la taladrante obligación de que su excepcionalidad sea reconocida por todos los que le rodean.

De acuerdo a la Clasificación de Enfermedades, para  la persona narcisista el resto del mundo es el telón de fondo sobre el cual él debe brillar, y por lo regular los méritos ajenos son subestimados.

Cuando  más, las virtudes o éxitos de otros son reconocidos en el "selecto" grupo de personas con los que se relaciona, y sólo en la medida le sirven para realzar su pertenencia a una determinada élite. 

No obstante, siente profunda envidia por cualquier mérito de las personas que entiende le pueden opacar; tiende a establecer relaciones de explotación con los demás, en primer lugar de su ámbito más cercano.

Así las cosas, los que abonan su narcisismo son despreciados, cuyos problemas, privaciones y penurias no le interesan en lo absoluto, por lo que deben estar al  servicio de sus caprichos o necesidades. 

El envidioso es un sujeto poco empático, percibido como emocionalmente frío, y está ausente la reciprocidad por los más cercanos a él, constituyéndose en un perturbador, disociador y poco asertivo.

II

Para diagnosticar la personalidad narcisista, donde la envidia es una manifestación importante, debemos apreciar en el sujeto la auto exageración de sus méritos y valores; fantasías megalomaníacas; convicción de ser especial; demanda excesiva de admiración y conductas arrogantes y soberbias.

Para el psiquiatra austríaco Alfred Adler (1870-1937), la envidia se configura en familia cuya dinámica se caracteriza por competitividad y rivalidad en recuperar el trono de atenciones y afectos de los padres.

Los niños mayores y menores suelen ser los más vulnerables a la envidia en ese contexto. El hermano mayor, objeto de privilegios y atenciones, se ve “destronado” de su reinado por la llegada de un hermanito.

Asimismo, suele ocurrir que el hermano menor al ser objeto de mimos y protección excesivos, y cuando sale del ambiente familiar habitual, tiene que afrontar un mundo despiadado, difícil y frustrante.

Hay que valorar que la intensidad con la que se expresa la envidia depende de cuán bien se mantenga bajo control; el agotamiento mental, estrés agudo y alcohol pueden acentuar los resquemores envidiosos.

La envidia se asocia al displacer, frustración, amargura, rencor por la alegría y bienestar del otro que considera su adversario. El envidioso querría tener los atributos de los demás, que entiende no puede alcanzar.

El sujeto afectado por ese enfermizo sentimiento, envidia de los demás la actitud, el prestigio, el modo de hacer las cosas, su inteligencia, la madurez, la estabilidad emocional y de pareja, si su “competidor” la tiene.

Esa impotencia mostrada se transforma y expresa a través de la ira, cólera, agresividad, violencia, frustración e incluso de la difamación, calumnia o, en el peor de los casos, hasta en el asesinato.

III

La envidia manifiesta es tan lejana en el tiempo, tal el origen de los seres humanos, por lo que Aristóteles tuvo que referirse a ella como el dolor que causa la prosperidad de los demás, y sería consustancial al hombre, independiente del momento histórico y social en que se analice esta afección psicológica.

La historia, cierta o no, que se remonta al siglo XVIII, narra la rivalidad entre dos genios de la música, el italiano Antonio Salieri y el austríaco Amadeus Mozart, atribuyéndole al primero haber envidiado al segundo.

Se ha dicho, que durante su agonía y en su lecho de muerte, Salieri
confesó haber envenenado a Mozart, quien falleció en 1791 con apenas 35 años. Salieri expiró en 1825, con 74 años y demente.

Según algunos autores, la envidia conlleva a una conducta errática que podría ocupar un lugar en los genes, aunque en ciertos casos llega a cotas insufribles para ellos y temibles para los que les rodean.

Para el prestigioso psiquiatra cordobés Carlos Castilla del Pino (1922-2009), la envidia es una condición intratable e incurable. Para otros, el asunto no es tan pesimista, si cuenta varias condiciones.

Para los psicoterapeutas que intentan interpretar y tratar la envidia, entienden que el portador de esa afección debe admitir su propia identidad, con sus limitaciones y cualidades, con sus “resistencias y defensas”.

El doctor Richard Smith, psicólogo e investigador de la universidad estadounidense de Kentucky, ha dicho que la envidia podría llegar a constituirse en un grave problema colateral de salud pública.

Afirma Smith, que la referida condición psicopatológica es de tomar en serio «si tenemos en cuenta la validez general de los hallazgos encontrados al respecto en Facebook”, una red social muy popular.