Raíces Radio

sábado, 9 de julio de 2016

¿De qué salud nos hablan?

Por ANULFO MATEO PÉREZ

La Organización Mundial de la Salud (OMS), durante la Conferencia Sanitaria Internacional celebrada en la ciudad de Nueva York y por consenso de 61 Estados, adoptó que "La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades".

El concepto aprobado el 22 de julio de 1946, entró en vigor el 7 de abril de 1948 sin que se haya modificado, lo que significa que debe ser la guía obligada para los Estados firmantes y sus modelos de salud.

Pero resulta que en muchos países como el nuestro, esa triste realidad está absolutamente divorciada de ese mandato, al regir obsoletos modelos sanitarios y los recursos que invierten son insuficientes.

La precariedad con la que se desenvuelve la Salud Pública ha permitido que los servicios médicos privados se hayan desarrollado, sólo para los sectores de la sociedad con mayores ingresos económicos.

El “bienestar físico, mental y social” de la resolución de la OMS va más allá de una simple interpretación; en verdad se refiere a un sistema político, económico y social inclusivo, no al nuestro que lo niega.

Cuando el Colegio Médico Dominicano (CMD) enarbola las reivindicaciones para el sector ante el gobierno, está poniendo el dedo en la llaga porque está planteando una revolución en la salud y en la sociedad.

Panasalud no debe olvidar que hace sus justos reclamos a un gobierno neoliberal, cuyo norte es privatizar no sólo la salud, sino servicios públicos como educación, energía, transporte, agua potable, entre otros.

Para vencer la tozudez del gobierno ante la demanda de un 5 % del PIB para la salud, mejorar el salario a los servidores del sector y adoptar un sistema incluyente, médicos, enfermeras, bioanalistas, psicólogos, entre otros, tendrán que realizar titánicos esfuerzos.

domingo, 3 de julio de 2016

Autoritarismo y corrupción

Por ANULFO MATEO PÉREZ

Uno de los grandes males que se han ido estructurando en la sociedad dominicana es la cultura del ascenso socio-económico a través de la corrupción de Estado, promovida por los que gobiernan y disponen a su antojo de los recursos públicos para mantenerse en el poder de forma autoritaria e ininterrumpida.

Promueven el juego de azar, narcotráfico, lavado de activo, mendicidad, asistencialismo politiquero, nominillas de “botellas” pagadas con recursos públicos y canonjías a cambio de genuflexión política.

Como parte de la descomposición que han promovido en el país, apreciamos un repunte de la prostitución femenina, masculina e infantil, así como del raterismo y pandillerismo que acogotan a los dominicanos.

Los que gobiernan, más que dirigentes de una nación, son grandes empresarios anidados en los recursos públicos, los que se reparten a través de la inversión estatal y la articulación con redes bien organizadas.

Han hecho de la administración pública un estercolero, el súmmum de la ineficiencia y el despilfarro; se nutren del erario succionando la mayor parte y “boroneando” a sus promotores más comprometidos.

Frente a este desastre habría que repetir con Américo Lugo, de que “el pueblo dominicano no constituye nación”, por el envilecimiento al que se le había sido sometido desde la intervención yanqui de 1916.

Lo peor de todo esto, es que los gobiernos del PLD han ido inoculando la insensibilidad frente a la corrupción, de manera que la descomposición ético-moral de la sociedad se considere como algo muy normal.

Contra lo que alertó Hannah Arendt al citar la “banalización del mal”, que promueve la sumisión a la “autoridad” y justifica la incondicionalidad irracional para violentar normas de respeto a la dignidad humana.