Raíces Radio

sábado, 4 de septiembre de 2021

Violencia y sociedad


Por ANULFO MATEO PÉREZ

I

La violencia continúa siendo un fenómeno preocupante en la sociedad moderna por lo que su estudio es hoy una prioridad en todas las instituciones científicas y en los foros internacionales, donde se dan cita los más renombrados profesionales de la conducta humana.

Hace algunos años analizamos el tema, pero hoy queremos explicar algunos conceptos sobre la violencia en la sociedad y en el seno familiar, laboral, educativos, así como su génesis y repercusión biopsicosocial.

Cuando hablamos de violencia buscamos la causa en factores socio-económicos y políticos, como el analfabetismo, el desempleo, la marginalidad e inseguridad social, la insalubridad y la discriminación.

Hay que enfatizar que la discriminación en todas sus vertientes prevalece casi en todo el mundo, en particular el racismo, xenofobia en países con muchos inmigrantes, exclusión de género y por preferencias sexuales.

Genera violencia, la falta de libertades para que las minorías se expresen libérrimamente, por lo general bajo regímenes impuestos por minorías, conculcación de derechos o intolerancia y persecución religiosa.

Sin embargo, también hay que considerar que la violencia es una expresión de la agresividad innata del ser humano, y todo el reino animal, por lo que se debe garantizar el desarrollo psicosocial del infante.

Los jóvenes violentos, ¿nacen o se hacen? La pregunta es pertinente, si tenemos en cuenta que en otras sociedades, donde existen excelentes estándares de vida, también la violencia es un problema preocupante.

Son frecuentes los casos de suicidios de jóvenes de clase media en Japón; los homicidios por motivos pasionales en España; sujetos con graves trastornos que en Estados Unidos cazan con fusiles automáticos a niños y profesores.

II

En culturas y realidades económicas diferentes a las nuestras, donde al menos el flagelo del hambre, el desempleo, el analfabetismo y la exclusión no tienen los niveles del llamado Tercer Mundo, también se expresa la violencia, porque esta tiene en común su origen en la agresividad innata del ser humano.

La agresividad es biológica, instintiva y está regulada por reacciones neuroquímicas en el reino animal; con la cultura es que hemos conseguido modular ese instinto agresivo y todos los tipos de agresividad.

La violencia genera disfunción social, es relacional, convertida en un problema de salud pública; la podemos encontrar ante el abuso sexual, maltrato familiar, acoso laboral, maltrato escolar, entre otros.

La educación integral basada en la expresión del cariño y corrección de conductas agresivas en los niños, es una parte importante de la “regla de oro” en la prevención de la violencia y sus consecuencias.

La socialización del infante es clave para su comportamiento en la edad adulta, si tenemos en cuenta que hasta los dos años se registra el pico más alto de conductas agresivas, aunque son de muy baja intensidad.

Sin embargo, con la socialización del infante se va inhibiendo esta violencia a medida que el menor va desarrollando conductas alternativas para conseguir sus objetivos y satisfacer sus necesidades primarias.

Existen entre un 5 y un 10 por ciento de menores que, por motivos personales o sociales, no consiguen inhibir esta conducta y se convierten en adultos violentos, que perturban la seguridad y paz social.

En los casos de violencia de alta intensidad, como en niños que matan a otros niños, siempre aparecen dos constantes: tienen una situación familiar mala y son menores excluidos del mundo y de sus compañeros.

III

La violencia tiene causas multifactoriales, no obstante hay que precisar que en cuanto a la exclusión social esta multiplica por cuatro el riesgo de esta conducta; la falta de cariño y corrección en el comportamiento inadecuado de los niños, así como la negligencia de los padres en el cuidado de los hijos.

Se suma a estas condiciones, la falta de modelos masculinos positivos y el incremento sistematizado del maltrato infantil, son otros factores que inciden en la violencia juvenil y sus penosas consecuencias.

Esos conceptos que he citado, son compartidos por los más dedicados investigadores y profesionales de la conducta humana, por lo que deben ser ponderados para una saludable educación de los niños.

Kathleen Heide, profesora de Criminología de la Universidad del Sur de Florida, considera que en la actualidad es común que los niños se críen sin una supervisión o una guía paternal, por la fragilidad de las familias.

Un ejemplo de ello, es el incremento de las familias monoparentales, lo que ha obligado a que las escuelas adopten la responsabilidad de enseñar a los niños cómo manejarse ante un conflicto determinado.

Cuando se da la ausencia de una figura paterna en la educación de los niños, o de un modelo de su mismo sexo, es más probable que los jóvenes exageren su pretendida masculinidad en actos de machismo.

En la sociedad moderna, aumenta el riesgo de actos violentos, cuando en el núcleo familiar se produce un vacío por el trabajo de ambos padres; divorcios o madres solteras que no pueden supervisar a los niños.

En nuestro país se ha impuesto la exclusión económica y de género; un alto desempleo y analfabetismo, corrupción, opulencia de pocos y abuso contra los gobernados, son las causas de los índices elevados de Violencia.


martes, 31 de agosto de 2021

El control social


Por ANULFO MATEO PÉREZ

La República Dominicana tiene un sistema educativo para mantener el statu quo y facilitar un casi absoluto control social, político e ideológico de jóvenes destinados a ser el relevo de las generaciones que le antecedieron en la defensa de los valores éticos, la decencia e identidad nacional.

La Educación deficiente no es fortuita; es promovida por gobiernos que le niegan los recursos económicos para degradarla y promover la ignorancia, envilecer a nuestros niños, jóvenes y a otros no tan jóvenes.

Ya el profesor estadounidense Robert Proctor, de la Universidad de Stanford, había advertido la publicación de datos científicos erróneos o tendenciosos, para manipular a blancos de interés determinados.

Se insiste en imponer ritmos musicales, bailes, modas, consumo de narcóticos, promiscuidad sexual, violencia y estilos de vida a nuestro pueblo humilde, importando lo peor de la subcultura estadounidense.

No es casual que escuchen y disfruten géneros musicales foráneos centrados en la banalidad, los cuales son profusamente difundidos a través de los medios de comunicación, desplazando los populares y el folklore nacional.

Se trata de programar el cerebro de nuestra juventud: alienarle, desarraigarle, mantenerle absorto; condicionarle para el vandalismo y el hedonismo, en un sistema político, económico y social decadente.

Los jóvenes, ágrafos y marginados, viven en un mundo de fantasía; al margen de nuestra realidad social, política y económica; su mundo es otro: Una copia al carbón de sus iguales en la sociedad estadounidense.

Desde EE.UU. se intentó imponer a Cuba ese mismo programa, pero las organizaciones sociales, culturales y artísticas le salieron al paso, defendiendo sus valores y rechazando la porquería, lo vulgar y obsceno.

La envidia


Por ANULFO MATEO PEREZ

I

La envidia es un trastorno psicológico muy frecuente en la sociedad actual, y es común que el portador del mismo trate de disimularlo, cuando su entorno tiene un nivel intelectual igual o superior, creando barreras infranqueables respecto a sus relaciones interpersonales en su medio micro y macro-social.

Esta condición es parte del cortejo de manifestaciones de la personalidad narcisista, por lo que un número significativo de psiquiatras abogan por dar continuidad a la investigación de esa alteración psicológica. 

El individuo narcisista, quien es identificado por la envidia, grandiosidad y una autoestima sumamente hipertrofiada, siente la taladrante obligación de que su excepcionalidad sea reconocida por todos los que le rodean.

De acuerdo a la Clasificación de Enfermedades, para  la persona narcisista el resto del mundo es el telón de fondo sobre el cual él debe brillar, y por lo regular los méritos ajenos son subestimados.

Cuando  más, las virtudes o éxitos de otros son reconocidos en el "selecto" grupo de personas con los que se relaciona, y sólo en la medida le sirven para realzar su pertenencia a una determinada élite. 

No obstante, siente profunda envidia por cualquier mérito de las personas que entiende le pueden opacar; tiende a establecer relaciones de explotación con los demás, en primer lugar de su ámbito más cercano.

Así las cosas, los que abonan su narcisismo son despreciados, cuyos problemas, privaciones y penurias no le interesan en lo absoluto, por lo que deben estar al  servicio de sus caprichos o necesidades. 

El envidioso es un sujeto poco empático, percibido como emocionalmente frío, y está ausente la reciprocidad por los más cercanos a él, constituyéndose en un perturbador, disociador y poco asertivo.

II

Para diagnosticar la personalidad narcisista, donde la envidia es una manifestación importante, debemos apreciar en el sujeto la auto exageración de sus méritos y valores; fantasías megalomaníacas; convicción de ser especial; demanda excesiva de admiración y conductas arrogantes y soberbias.

Para el psiquiatra austríaco Alfred Adler (1870-1937), la envidia se configura en familia cuya dinámica se caracteriza por competitividad y rivalidad en recuperar el trono de atenciones y afectos de los padres.

Los niños mayores y menores suelen ser los más vulnerables a la envidia en ese contexto. El hermano mayor, objeto de privilegios y atenciones, se ve “destronado” de su reinado por la llegada de un hermanito.

Asimismo, suele ocurrir que el hermano menor al ser objeto de mimos y protección excesivos y cuando sale del ambiente familiar habitual tiene que afrontar un mundo despiadado, difícil y frustrante.

Hay que valorar que la intensidad con la que se expresa la envidia depende de cuán bien se mantenga bajo control; el agotamiento mental, estrés agudo y alcohol pueden acentuar los resquemores envidiosos.

La envidia se asocia al displacer, frustración, amargura, rencor por la alegría y bienestar del otro que considera su adversario. El envidioso querría tener los atributos de los demás y que entiende no puede alcanzar.

El sujeto afectado por ese enfermizo sentimiento, envidia de los demás la actitud, el prestigio, el modo de hacer las cosas, su inteligencia, la madurez, la estabilidad emocional y de pareja, si su “competidor” la tiene.

Esa impotencia mostrada se transforma y expresa a través de la ira, cólera, agresividad, violencia, frustración e incluso de la difamación, calumnia o, en el peor de los casos, hasta en el asesinato.

III

La envidia manifiesta es tan lejana en el tiempo, tal el origen de los seres humanos, por lo que Aristóteles tuvo que referirse a ella como el dolor que causa la prosperidad de los demás, y sería consustancial al hombre, independiente del momento histórico y social en que se analice esta afección psicológica.

La historia, cierta o no, que se remonta al siglo XVIII, narra la rivalidad entre dos genios de la música, el italiano Antonio Salieri y el austríaco Amadeus Mozart, atribuyéndole al primero haber envidiado al segundo.

Se ha dicho, que durante su agonía y en su lecho de muerte, Salieri confesó haber envenenado a Mozart, quien falleció en 1791 con apenas 35 años. Salieri expiró en 1825, con 74 años y demente.

Según algunos autores, la envidia conlleva a una conducta errática que podría ocupar un lugar en los genes,  aunque en ciertos casos llega a cotas insufribles para ellos y temibles para los que les rodean.

Para el prestigioso psiquiatra cordobés Carlos Castilla del Pino (1922-2009), la envidia es una condición intratable e incurable. Para otros, el asunto no es tan pesimista, si cuenta varias condiciones.

Para los psicoterapeutas que intentan interpretar y tratar la envidia, entienden que el portador de esa afección debe admitir su propia identidad, con sus limitaciones y cualidades, con sus “resistencias y defensas”.

El doctor Richard Smith, psicólogo e investigador de la universidad estadounidense de Kentucky, ha dicho que la envidia podría llegar a constituirse en un grave problema colateral de salud pública.

Afirma Smith, que la referida condición psicopatológica es de tomar en serio "si tenemos en cuenta la validez general de los hallazgos encontrados al respecto en Facebook”, una red social muy popular.