Por ANULFO MATEO
PEREZ
I
La muerte del
afroamericano George Floyd de mano de un policía blanco, el pasado 25 de mayo,
ha provocado una repulsa mundial y grandes manifestaciones teñidas por la
violencia desenfrenada entre multitudes y las fuerzas represivas en Estados
Unidos y en otros países, hechos marcados por el racismo.
La muerte de Floyd ha
despertado el interés respecto al tema de la discriminación racial, así como la
relación entre el conflicto y la estructura de la sociedad en el mundo
occidental, sobre todo en EE.UU.
Diversas opiniones
han sido rastreadas hasta la época de los antiguos filósofos griegos. Se dice
que el pensamiento social acentuó el consenso ante la contradicción como fuerza
primaria de cohesión social.
Fueron teóricos como
Carlos Marx, Simmel, Coser y Dahrendorf, quienes sentaron los cimientos de una
nueva actitud. Marx, con su idea de la generación de conflicto en la sociedad
industrial: trabajadores versus el capital.
Simmet, Dahrendorf y
Coser, con sus análisis sobre funciones positivas y constructivas del
conflicto, así como la diversidad de resoluciones, cuando sistemas sociales y
el progreso son catalizadores del cambio.
Coser ha reconocido
el problema de la inercia social en los procesos de esas contradicciones y de
que, si no se consiguen acuerdos en un momento del conflicto, este podría
desembocar en la muerte.
En 1954, Allport dijo
que la más breve definición del prejuicio consiste en “pensar mal de los demás
sin suficientes bases”. Opinó que el racismo blanco no es fácil de definir, y
dudó si se trata de una “enfermedad”.
En 1969, Butts -un
psiquiatra negro- define al racismo como la práctica de divulgar decisiones,
estrategias o conductas con el propósito de subyugar o mantener el control
sobre un grupo racial.
II
Algunos científicos
sociales opinan que el racismo carece de una base psicológica firme y
acentuando el papel de los factores sociales y de clase. En su opinión, muchos
estadounidenses blancos tienen los estilos de vida de los ghettos negros, que
fomentan la cultura del crimen, el abuso de drogas y la violencia.
El hecho de que las
cifras de crímenes en su diversidad de características y homicidios en
distintos grados sean muy elevadas en los vecindarios negros en Estados Unidos,
da credibilidad a estos temores.
No obstante, tanto el
gobierno estadounidense actual, así como los que le han antecedido, igual que
la comunidad blanca, poco hacen para alivianar las condiciones que alimentan el
crimen en esos sectores.
El racismo blanco
está claramente asociado a factores históricos, culturales, socioeconómicos y
psicológicos. Y para comprenderlo hay que considerarlo en toda su complejidad
en esos términos.
La desigual formación
de muchos psiquiatras, sobre todo en EE.UU, les hace difícil diferenciar entre
una conducta desviante y anormal, de lo que es un comportamiento que responde a
diferencias culturales.
Así, el prejuicio
racial constituye un recurso utilizado con frecuencia, como en el caso de
jóvenes negros que intentan hacer frente a la tensión del ghetto, al ser
diagnosticados de trastorno de conducta.
Inducido por el
sistema estadounidense de dominación, los psiquiatras, a causa de su desconfianza
en el modelo de déficit, ven con frecuencia a los negros desde el punto de
vista negativo y psicopatológico.
La muerte de George
Floyd de manos de un policía blanco, se enmarca en estos prejuicios, pero en
las últimas décadas las relaciones interraciales en EE.UU. y en la Psiquiatría
han experimentado cambios importantes.