Raíces Radio

domingo, 10 de enero de 2016

Hegemonía y elecciones

Por ANULFO MATEO PÉREZ
I
La cuestión electoral siempre ha dividido a las izquierdas dominicanas, quienes deben actuar unidas para avanzar y apuntalar posiciones que las conduzcan al poder político, al control del Estado, para realizar los cambios económicos, sociales y políticos a favor de las mayorías, vale decir, de los trabajadores.

Decía Antonio Gramsci, fundador del PC italiano, que “no puede constituirse un partido político basándose exclusivamente en el abstencionismo electoral. Es necesario un estrecho contacto con las masas”.

Es ilusorio pensar que a través de las elecciones las izquierdas van a conquistar el poder mediante reformas paulatinas, sin un cambio sustantivo de la estructura político-militar del Estado de carácter burgués.

Pero es un error político abstenerse en el proceso electoral, partiendo de la conceptualización anterior, y sería igualmente ilusa y voluntarista, ya que en las elecciones no se disputa el poder.

Debe entenderse que la vía electoral, en un “momento no revolucionario”, es el escenario coyuntural donde las izquierdas para avanzar le arrancan a la burguesía los pequeños espacios burocráticos estatales.

Y no se disputa el poder en ese plano, porque la estructura militar es una institución histórica de la burguesía, que posee una doctrina de la clase dominante, alejada de la interacción política con el pueblo.

Así, el poder coercitivo de esa institución conservadora se usará contra cualquier movimiento político que ponga en peligro los intereses de la clase que controla el Estado, en este caso, de la burguesía y aliados.

De manera que las izquierdas mediante la participación electoral deben proponerse modificar la correlación de fuerzas a su favor, en lo que se refiere a la dirección “intelectual y moral” de las mayorías.

II
Si partimos de que la clase dominante se apoya en el poder “militar y burocrático” para ejercer su hegemonía, debemos entender que las izquierdas aunque no pueden disputar lo primero en un proceso electoral, sí pueden hacerlo paso a paso en la “guerra de posiciones”, en lo concerniente a lo segundo.

Es decir, la hegemonía puede disputarse en el proceso electoral, donde las izquierdas junto a los trabajadores pueden subir peldaños hasta lograr la conducción “intelectual y moral” de los sectores populares.

En esa lucha, el movimiento revolucionario puede avanzar y aproximarse al control del Estado, y dar el salto al poder dirigente del proceso político-social, hasta alcanzarlo para su transformación total.

Para llegar al poder debe librarse la lucha política en todos los escenarios, incluido el electoral, hasta que trabajadores y aliados rompan el vínculo ideológico orgánico burgués, la hegemonía de clase.

Aunque el triunfo en los comicios no siempre garantiza la conquista del poder para las izquierdas, como ocurrió con la Unidad Popular en chile (1970), en otras realidades esa vía ha permitido alcanzarlo.

Este último caso lo tenemos en Venezuela (1998), pese al gran retraso en la transformación de las superestructuras de la sociedad, concesiones a sectores burgueses y debilidades en la conducción política.

Por eso, las izquierdas deben constituir un frente opositor a la dictadura institucional y a los afanes reeleccionistas de Danilo Medina, concretar acuerdos puntuales con otras fuerzas para romper su aislamiento.

No confundir acuerdos con subordinación, como ha sucedido con pseudo-izquierdistas cooptados por el PLD y PRD. No, los pactos deben servir para las izquierdas avanzar y desarrollar su proyecto político.