I
Desde la
fundación de la República, la nación dominicana se ha debatido en intensas
luchas, avances, retrocesos y traiciones, por las contradicciones entre
liberales y conservadores e intentos de imponer colonialismo y neocolonialismo,
como una constante contra nuestra independencia y soberanía.
El
conservadurismo es quien ha prevalecido en esta media isla, con algunos breves períodos
de liberalismo y escasas insurgencias revolucionarias, aplastadas por la
oligarquía, con la tutela y auxilio del imperio.
Los fraudes
electorales, bautizados como “fiestas de la democracia”, han venido
imponiéndose desde siempre, y como ejemplos palmarios fueron los practicados por
Trujillo con su Partido Dominicano.
Derrocada la
dictadura (30 de mayo de 1961), le sucedió el Consejo de Estado, y en elecciones
del 20 de diciembre de 1962, ganó Juan
Bosch (PRD), con el 59.53% de votos frente a Viriato Fiallo (UCN), con el
30.08%.
El golpe de
Estado contra Bosch (25 de septiembre de 1963), por la oligarquía con la orden
de Washington, que antes habían organizado las elecciones, se oponían a
cualquier gobierno de orientación liberal.
Entonces, ahora no
debe sorprendernos el fraude en las primarias internas del oficialista PLD y
del opositor PRM, pantomimas de elecciones, montadas por una dictadura
institucional en desguañangue.
El PLD y el PRM
se fundaron del desprendimiento orgánico del PRD (liberal) evolucionando todos
hacia el conservadurismo, donde se anidan el “tigueraje político”, pillaje,
narcotráfico y la impunidad.
Este fraude
electoral (uso y abuso de los recursos públicos, compra de voluntades,
clientelismo e intimidación) es resultado de la crisis estructural del sistema,
como ocurre ahora en Haití, Ecuador, Puerto Rico, Honduras…
II
II
El sistema político, montado en un capitalismo atrasado y
dependiente, en sí mismo es un fraude, porque la distribución de la riqueza es
medida con un embudo, donde lo ancho es para los sectores
hegemónico-parasitarios, y lo estrecho para las grandes mayorías que la
producen con su trabajo tesonero.
Toda la podredumbre, exhibida durante las elecciones
primarias del pasado 6 de octubre, sirvió de soporte al presidente Danilo
Medina para imponer en el PLD a su precandidato-títere Gonzalo Castillo.
Cuando uso ese calificativo recuerdo al tirano Rafael
Trujillo, quien llevó a su hermano Héctor (Negro) a la Presidencia (siete meses
en 1951 y entre 1952-1960) y luego a su cortesano Joaquín Balaguer (1960-1962).
Leonel Fernández se queja del uso de los recursos públicos
en su contra, omitiendo que él dispuso, según sus palabras, de 40 mil millones
de pesos del erario para imponer a Medina en los comicios de 2012.
Es lo aprendido de las experiencias del balaguerismo
neotrujillizado, como ocurrió durante sus 22 años de gobiernos despóticos, donde
los opositores eran perseguidos, encarcelados, exiliados y asesinados.
Pese a las luchas de los dominicanos por la democracia
verdadera, hemos quedado atrapados entre liberales y conservadores, y -en
muchos casos- los primeros ya en el poder han pasado al conservadurismo.
En la presente contienda Danilo Medina tiene a su favor los
poderes del Estado y fácticos para mantener el control político y del
presupuesto nacional, así como la impunidad para él y sus seguidores.
La derrota del danilismo está supeditada a la unidad del
pueblo movilizado, que permita modificar la correlación de fuerzas en toda esta
farsa, manipulada por una Junta Central Electoral (JCE) al servicio de Medina.