Raíces Radio

sábado, 2 de mayo de 2015

El deber de la crítica

Por ANULFO MATEO PÉREZ

La crítica no debe ser el instrumento de la mezquindad para hallar defectos y solazarse en el mal ajeno, apartándose de la justicia para dar rienda suelta al odio, que siempre lleva en sí la mediocridad del sentimiento. La crítica, fruto de pechos generosos, es el ejercicio del criterio para construir el bien colectivo.

Quien expresa sus ideas para construir, no debe olvidar que en ese apasionado afán se agitan las aguas que destruyen los falsos ídolos y las malas obras, como ocurre en la política y cuando se detenta el poder.

Decía el apóstol José Martí, con sobrada razón, que es criminal quien sonríe al crimen; quien lo ve y no lo ataca; quien se sienta a su mesa; quien se sienta a la mesa de los que se codean con él o le extiende su mano.

El que se ejercita en la crítica transformadora y hace bien a la sociedad, expone su vida a la lanza siniestra y cobarde de quienes temen a ella por la enfermedad del egoísmo, el cohecho y el odio visceral.

Pero quien esconde por miedo su opinión y con ello favorece a los tiranos o a los que pretenden serlo, es tan cobarde como el que entrega su arma para que sea usada contra los que con firmeza la empuñan.

El que detenta el poder o disfruta de él sin mirar de forma generosa a su pueblo, no comprenderá jamás que la libertad es el derecho que tienen las personas a pensar, hablar y actuar sin hipocresía.

La ignorancia mata a los pueblos, por eso es preciso matar a la ignorancia con la crítica responsable y prudente, que sustenta la humildad y la razón, acompañada siempre de la generosidad y el amor.

Por todo lo anterior, critico al peledeismo que renunció al boschismo, asumió el balaguerismo y el neotrujillismo, y para perpetuarse hace un ejercicio perverso y espurio del poder, que corrompe y envilece.

domingo, 26 de abril de 2015

El sarcasmo de la contrarrevolución



Por ANULFO MATEO PÉREZ

A 50 años de la Revolución Constitucionalista de 1965, la epopeya más importante del siglo pasado en nuestro país, el pueblo sigue pendiente de concretizar sus ideales revolucionarios y democratizadores; golpeado por el analfabetismo, insalubridad, inequidad económico-social y de género, corrupción e inseguridad.

La contrarrevolución tomó cuerpo y se encaminó al exterminio de las fuerzas constitucionalistas y de sus combatientes más aguerridos, para imponer programas oligárquicos, bajo la tutela imperial.

Doce años de dictadura (1966-1978), encabezada por el cortesano de la era de Trujillo, Joaquín Balaguer, dio continuidad al intervencionismo imperialista, reforzando la dependencia de nuestro país.

El repudio popular al régimen de “Elito” dio paso a dos períodos de gobiernos del PRD, que de su adhesión a los ideales de la Revolución de Abril, se distanció de su Constitución de 1963, hechura de su primer gobierno.

Este retroceso permitió el retorno de Balaguer por diez años más (1986-1996), para sumar 22 de régimen autoritario al servicio de la gran burguesía y los sectores más retardatarios de la República Dominicana.

Mediante una alianza antihistórica, Balaguer entregó el poder al peledeismo sin boschismo; venganza calculada; sarcasmo político mordaz, hiriente y humillante, no sólo contra Juan Bosch, sino para el pueblo.

En algo más de 14 años de malos gobiernos, Leonel Fernández y Danilo Medina han conducido al país al mayor descalabro de la historia republicana, armando una dictadura institucional y del erario una piñata.

Ellos hicieron del PLD una corporación, corrompiendo hasta el tuétano a sus integrantes; envileciendo a muchos de sus adversarios, ahora enfrentados entre sí, como en los tiempos de la “fiebre del oro”.