Raíces Radio

miércoles, 29 de enero de 2014

Los siete pecados capitales


Por ANULFO MATEO PÉREZ

No deja de preocuparme que casi todas las semanas esta columna se dedique a la crítica. Mi deseo sería estimularlos tratando temas relacionados con la bonanza de todos y la aplicación en esta media isla de una verdadera justicia social y económica.

Me encantaría poder pasar revista a la alfabetización que erradique la ignorancia, o cómo la insalubridad es enfrentada con éxito en todo el ámbito nacional.

Muy a pesar de mis deseos, nunca les mentiría pintando pajaritos en el aire, en un país por lo demás deforestado. No es correcto hacer como el avestruz, que esconde la cabeza en un agujero para no ver la realidad circundante que le amenaza.

Me siento en el compromiso de decir mi verdad, que siento no está lejos de la percepción que tiene una buena parte de la nación, contraria a los cuentos de camino de quienes conducen el país al despeñadero.

¿Cómo guardar silencio, por ejemplo, frente a lo que acaban de hacer los miembros de la Cámara de Cuentas, que se han elevado los sueldos en proporciones escandalosamente desmedidas, con la connivencia de los tres poderes del Estado, engrosando de esa manera el grupo de servidores públicos que antes hicieron lo mismo sin ningún sonrojo, bajo la mirada de los infelices que reciben salarios miserables?

Lo curioso del caso es que estos funcionarios corruptos son por lo general cristianos militantes, católicos en su inmensa mayoría. Personas que al momento de las grandes festividades asisten a los Tedeum y a otros actos religiosos con una solemnidad envidiable.

En las primeras enseñanzas cristianas, la Iglesia Católica establecía la división del pecado en “veniales” y "mortales". Los primeros, según esas prédicas, son menores y pueden ser perdonados mediante cualquier sacramento. Los segundos, al ser cometidos, destruyen la vida de gracia y crean la amenaza de condenación eterna, al menos que sean absueltos mediante el sacramento de la confesión, o perdonados luego de una perfecta contrición por parte del penitente.

La popularidad de los Siete Pecados Capitales fue alcanzada a principio del siglo XIV como tema entre los artistas europeos de la época, integrándose en muchas áreas  de la cultura y conciencia cristiana a través del mundo. Luego se dio a conocer en la obra de Gregorio I. el Magno, en el siglo VI, y después por Dante Alighieri, en la “Divina Comedia”, su obra cumbre.

No deseo la “condenación eterna” (o en la versión terrenal, el bang, bang, bang o el ratatatá) para nadie, ni mucho menos que sean excomulgados los que incurren en esas “indelicadezas”, como hizo la Iglesia con los legisladores mejicanos que aprobaron la ley que autoriza el aborto, pero como son católicos militantes quienes se elevan los sueldos de forma tan ventajosa y sustraen los recursos del Estado para el clientelismo político y otras aberraciones, sería conveniente que no olvidaran los pecados que les llevarían, según su fe, a una situación embarazosa.

Lujuria, Gula, Codicia, Ira, Envidia, Orgullo/Soberbia y Pereza son los Siete Pecados Capitales. No voy a decir que a todos los que incurren en esos desafueros les corresponda hacer acto de contrición por ellos, pero los lectores están en libertad de asociarlos a los camajanes que se dicen católicos y proclaman a los cuatro vientos su sacrificio y honorabilidad en el ejercicio de sus “inmaculadas” funciones públicas. 

13 de mayo de 2007.

domingo, 26 de enero de 2014

Acciones encubiertas de la CIA


Por ANULFO MATEO PÉREZ

Los halcones de Washington se jactan de ser los más puros defensores de la democracia y los derechos humanos, cuando se proponen derrocar los gobiernos que no se someten a su inmenso poder. Para ello instrumentan múltiples métodos, que oscilan entre el golpe de estado “violento” y el “no violento”.

Si el gobierno a deponer se escapa de su control, entonces el imperio propicia la intervención directa de sus fuerzas militares, como ha ocurrido en América Latina y otras regiones del planeta.

Gene Sharp, operativo de la CIA, llamado “el genio de las libertades”, elaboró para esa agencia “La política de la acción no violenta”, manual que orienta cómo derrocar gobiernos “enemigos” por la vía “pacífica”.

Sharp, egresado en Ciencias Sociales de la Universidad de Ohio (1949), también obtuvo un máster en Sociología (1951) y en 1968 se doctoró en la universidad de Oxford como filósofo en Teoría Política.

Al gobierno del presidente Maduro en Venezuela, por ejemplo, le están aplicando el método de la escasez de los artículos de primera necesita, que las redes de distribución y expendio acaparan, controladas por la oposición.

La CIA le ofrece “oxígeno” a la fundación Albert Einstein Institution (AEI), ideada por Gene Sharp, que la usa como fachada para encubrir las acciones de inteligencia y conspiración contra gobiernos legítimos.

Desde esa “fundación” se han tejido buena parte de las llamadas revoluciones de color (naranja, rosa, etc.), o las denominadas "primaveras árabes", que tienen su expresión en naciones como Siria y Egipto.

En la “fundación”, Jamila Raqib es directora ejecutiva  y mano derecha de Sharp, cuenta, además, con Robert "Bob" Helvey, un coronel retirado del ejército de Estados Unidos, brazo operativo de la CIA.

II

El manual “La política de la acción no violenta” de Gene Sharp, ha guiado desde hace más de 15 años los pasos de la CIA para desestabilizar y derrocar gobiernos “desafectos” al imperio. Recomienda cinco pasos para instrumentar el "Golpe blando", y evitar así la inmediata indignación internacional.

Sharp sugiere para el golpe suave y disimulado, desarrollar cinco etapas: 1) ablandamiento, 2) deslegitimación, 3) calentamiento de calle, 4) combinación de diversas formas de lucha y 5) fractura institucional.

Para la CIA montar la conspiración usa como “vitrina ideológica” la fundación Albert Einstein Institution, que intermedia para el financiamiento, organización, propaganda y demás recursos golpistas.

El “golpe blando” fue exitoso en Paraguay y Honduras, pero fracasó en Venezuela, Ecuador y Bolivia. Sin embargo, en estos casos, en que la CIA no ha tenido éxito, insiste en la desestabilización.

La obsesión de Washington con Cuba se mantiene, pero siempre se ha encontrado con el fortificado muro de la unidad y organización del pueblo y sus dirigentes, desde los CDR hasta el Movimiento de Pioneros.

Dentro de las medidas aplicadas por la CIA contra los gobiernos “enemigos” se destacan el desarrollo de operaciones de guerra psicológica y acciones armadas desde dentro para obligar a estos a tomar medidas represivas.

En ese momento se impulsan las campañas de rumores entre fuerzas militares y tratan de desmoralizar los organismos de seguridad, para crear un clima de ingobernabilidad que obligue a dimitir al gobierno.

Si fracasa, entonces el imperio prepara la intervención militar o el desarrollo de una guerra civil, auspiciando el aislamiento internacional y el cerco económico, como en Siria, pese a la oposición de Rusia y China.