Raíces Radio

sábado, 20 de febrero de 2016

Hipócrates y los hipócritas

Por ANULFO MATEO PÉREZ

Recordando a Hipócrates de Cos, ciertos hipócritas intentan denigrar a los médicos, que ejerciendo el derecho a reclamar del gobierno el 5% del PIB para el sector salud, salarios justos y pensiones dignas paralizan sus labores en hospitales, atendiendo con esmero las emergencias y a pacientes de cuidado.

El Juramento Hipocrático no incluye el “voto de pobreza” de los monjes, conocido este último desde la sociedad feudal, y que entonces, como la monarquía, era compensado con privilegios irritantes.

El médico de nuestra contemporaneidad es un trabajador asalariado, con paga miserable que lastima a su familia y a él, inserto en un sistema donde el Estado y su funcionariado patean sus derechos fundamentales.

Me refiero al médico de hospitales públicos, vilipendiado y olvidado, al que ha hecho su nido en su lugar de trabajo ayudando a los más carenciados, sin esperanza más allá de una jubilación desgraciada.

Esos profesionales deben ser diferenciados de unos cuantos que sirven de quinta columna al gobierno, cobrando desde distintos puestos del Ministerio de Salud sin rendir una labor dignamente satisfactoria.

Los médicos han sido obligados a prosternarse durante décadas y cuando deciden levantarse demandando sus derechos y los de sus pacientes, entonces aparecen los hipócritas de pacotilla para descalificarles.

Como el doctor Merengue, los inquisidores no sólo esgrimen la figura de Hipócrates contra los médicos, sino que expresan un falso amor a los pobres, mientras cobran altas sumas drenadas del erario para mentir.

Apologistas de un gobierno que mantiene un pírrico 1.5% del PIB para la salud, reconstruye casi todos los hospitales para que las alcancías facturen en grande y que le echa la “cuaba” de su desastre a los médicos.

domingo, 14 de febrero de 2016

Contradicciones indisolubles

Por ANULFO MATEO PÉREZ

La descomposición social y política que apreciamos en la República Dominicana es el resultado de una construcción histórica por donde la han conducido los politiqueros, acelerando las crisis recurrentes de este injusto y anacrónico sistema capitalista, en su versión atrasada y dependiente.

Se trata del agotamiento de los modelos económicos del sistema, que han sumido al país en el atolladero, como testimonio de que este capitalismo y esta falsa democracia no dan “pie con bola” en su eterno valladar.

Esta realidad encaja en la frase elaborada juiciosamente por Federico Engels, en cuanto a que estas manifestaciones del sistema capitalista son en resumidas cuentas resultados de sus propias incoherencias.

Es decir, una confesión de que esta sociedad se ha enredado consigo misma en una contradicción insoluble, se ha dividido en antagonismos irreconciliables, que ella es impotente para conjurar.

Y tan grave es el deterioro del sistema, y como reflejo de la gravedad de su crisis, que el Estado no ha podido contener en lo más mínimo los antagonismos de las mafias con intereses económicos y políticos en pugna.

Esos grupos se devoran a sí mismos, envilecen a importantes sectores de la sociedad en una lucha estéril, en descomunal desorden, mucha corrupción, ilimitada impunidad, violencia e inseguridad ciudadana.

Cuando la JCE y el TSE asumen las órdenes del Gobierno contra sus opositores, reflejan de esa manera su putrefacción; legalizan y afianzan la dictadura constitucional, y auspician así el reeleccionismo.

Hace falta cambiar esta triste realidad; romper el cerco tendido desde hace décadas por las corporaciones políticas mafiosas, y abrir las vías para luchar por cambios profundos que con anhelo demanda la sociedad.