Raíces Radio

viernes, 17 de febrero de 2017

No escuchar a los escépticos

Por ANULFO MATEO PÉREZ

Algunos escépticos expresan que la lucha contra la corrupción y la impunidad, el caos y los abusos no tendrá resultados favorables para la nación, porque las demandas para que se pongan los correctivos a ese flagelo terminarán en el fracaso, y los que depredan el erario volverán a salirse con la suya.

La actitud es interesada y esta dirigida a desvirtuar lo que la sociedad está haciendo, que es exigir que se haga justicia con los responsables de la corrupción de Estado. Es decir, apagar la llama de la lucha social.

Esos “escépticos”, que sacan la cabeza en tiempo de crisis, son parte de los beneficiarios de toda la podredumbre que afecta a la administración pública y al sistema político que sustenta la partidocracia.

Es un ardid para embaucar a sus “tontos adversarios”, como aquel usado frecuentemente por algunos conservadores y extremistas de derechas en tiempos difíciles, sintetizada en la frase “yo no soy político”.

El escepticismo busca desesperadamente frenar el movimiento cívico que demanda corregir el rumbo de nuestro país, evitar las manifestaciones en la calle, como la demostración del pasado 22 de enero.

Todas las maniobras del gobierno y sus contados sostenedores fracasarán, porque el despertar del pueblo es creciente y vigoroso, que no podrá ser contenido con cantos de sirenas, mentiras ni amenazas.

La gangrena del cuerpo gubernamental y de todo el sistema no se detiene, pese al acorralamiento en que se halla, y prueba de ello es lo que acaba de suceder con los asesinatos en San Pedro de Macorís.


Ya comienza a brotar la verdad en ese y otros casos, que envuelven a personajes conocidos en las mafias del funcionariado oficial, relevo generacional en el saqueo abusivo y continuo de los recursos públicos.

domingo, 12 de febrero de 2017

Callejón sin salida

No se trata de una crítica a la película británica que lleva ese nombre, bajo la dirección del polaco nacido en Francia, Roman Polanski, sino a la situación en que se halla el presidente Danilo Medina tras el escándalo de sobornos a funcionarios del Gobierno de parte del consorcio brasileño Odebrecht.

En estos momentos ningún representante de la partidocracia se sentiría a gusto calzando los zapatos de Medina, enfrentado a una realidad que desborda lo nacional y se enlaza con otras donde no tiene dominio.

No niego que el mandatario tiene el control absoluto de todos los poderes del Estado para cubrir con el manto de la impunidad el estallido de la descomposición ético-moral del sistema político que le sustenta.

No obstante, insistir en el encubrimiento de la corrupción podría potenciar la crisis política que se avizora en el futuro inmediato en el país, cuando el techo de su gobierno se agrieta por falta de apoyo.

Actuar de espalda a la vibrante reacción de los dominicanos frente a la corrupción y la impunidad, al caos institucional, a la inseguridad y carestía de los artículos de la canasta básica… es un suicidio.

La “marcha verde” del pasado 22 de enero dejó sentado el firme descontento de los dominicanos, conscientes de que por el sendero que el peledeismo conduce al país se llega sólo al despeñadero.

De manera que el dejar hacer y el dejar pasar respecto a la corrupción de parte del presidente Medina y sus antecesores, o actuar en connivencia, le ha llevado a un angosto callejón sin salida.


Todo esto me hace recordar la guaracha del compositor Armando Mustelier, interpretada por el también cubano Miguelito Valdez, conocida como “Chacumbele”, que repetía el estribillo “él mismito se mató”.