Raíces Radio

sábado, 29 de junio de 2013

Un barril de pólvora

Por ANULFO MATEO PÉREZ

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Sí, la izquierda ha cometido errores, pero debe respetarse su esfuerzo titánico contra la tiranía de Rafael Leonidas Trujillo Molina, desde la trinchera del Partido Democrático Revolucionario Dominicano (PDRD), fundado en 1944 y cimiente del Partido Socialista Popular (luego, PCD), y de otras organizaciones.   

Cuando la derecha intenta satirizar a la izquierda, “olvida” que esta participó en las invasiones contra Trujillo, la de Luperón (19 de junio, 1949) y Constanza, Maimón y Estero Hondo (14 de junio, 1959).

Cabe recordar que el relevo de los mártires de esas gestas patrióticas demostró su valor en Las Manaclas (diciembre, 1963) y durante la Revolución de Abril (1965); una parte cayó defendiendo la dignidad nacional.

La izquierda sufrió sensibles bajas por las acciones criminales de los gobiernos de los 12 años de Joaquín Balaguer (1966-1978), bajo tutela de EEUU y la CIA; apagaban la mecha del barril de pólvora.

En esa lucha desigual contra la dictadura del “Padre de la Democracia”, se persiguió, encarceló, exilió, secuestró y asesinó a los más connotados dirigentes del MPD, 1J4, PCD, Los Palmeros, entre otras de izquierda.

Excombatientes de abril de 1965 cayeron asesinados, entre ellos Ramón Mejía (Pichirilo), Guido Gil, Amín Abel, Otto Morales, Maximiliano Gómez, Homero Hernández, Amaury Germán Aristy y sus compañeros.

Los cuerpos represivos balagueristas, entrenados por la CIA, asesinaron al periodista y militante del PCD Orlando Martínez Howley (17 de marzo, 1975), símbolo de abnegación y patriotismo.

El 26 de mayo de 1994, sicarios del régimen de Balaguer también secuestraron, asesinaron y desaparecieron el cuerpo de Narciso González (Narcisazo), hecho que distorsionan desde la derecha los que critican a la izquierda.

29/junio/2013

miércoles, 26 de junio de 2013

Trujillo y la familia Capell Bello


Por ANULFO MATEO PÉREZ
(anulfomateo@gmail.com)

En la mañana del 28 de enero de 1957, encaminaba mis pasos hacia la escuela, y al llegar frente al Tupinamba Bar, en la avenida Presidente Trujillo, frente al parque, observé manchas de sangre en el contén y un hilo fino de agua ensangrentada que había corrido hacia el Hotel Puerto Plata.

Minutos antes, cuando mamá me ayudaba a ponerme el uniforme de kaki, anudarme la corbata negra y acicalarme para estar bien presentado, escuchaba el diálogo entre ella y papá sobre lo que había acontecido durante la madrugada de ese día.

Me enteraba esa mañana que alguien había sido asesinado frente a ese centro de diversión de la “clase alta” en San Juan de la Maguana, a unos pasos de mi casa, tan cerca que su música de vellonera podía escucharse con toda claridad.

Cuatro disparos se habían escuchado a las 2:00 de la madrugada, y al interrumpirse la música del centro de diversión, para quienes oyeron los disparos era seguro que el arma había sido accionada por alguien en el famoso lugar.

Un oficial (militar médico), le había disparado a Luis Emilio Capell Bello (Chema), uno de los hijos de don Emiliano Capell Rosado, un sanjuanero muy querido y respetado, declarado enemigo del dictador Rafael Leonidas Trujillo Molina, y quien había estado preso en 1945 por causas estrictamente políticas.

Plinio Hermógenes García Taveras, emparentado con el dictador Trujillo, llegó al Tupinamba y al encontrar a Chema bailando con una joven, le preguntó a ésta: 

-“¿Y tú estas bailando con este perro?”. 

Chema, con sólo 20 años de edad, le respondió: 

-“¡Mire, yo respeto su uniforme, pero yo soy un hombre igual que usted”! 

Su agresor volvió sus pasos hacia la fortaleza, a una esquina del Tupinamba, y regresó vestido de civil, lo esperó oculto detrás de un árbol de Laurel, frente al Hotel España, disparándole al joven Capell en el pecho y en el costado derecho; rematándolo luego con dos pistoletazos en la cabeza.

-“¡Don Emiliano, don Emiliano, levántese que han herido a Chema…!”, le gritaba el joven Fello Calderón para despertarle, y él sobresaltado le respondió:

-“¡No me mienta… dime que está muerto!”.

Conocido el suceso, se dirigió al lugar del crimen, en la avenida Presidente Trujillo. En el contén yacía inerte su hijo. Y frente al intento de doña Luisa Bello Fernández de acercarse al cadáver, don Emiliano con voz en cuello le gritó a su esposa: 

-“¡No lo mires… déjalo ahí, para que se lo terminen de comer!”.

Don Emiliano y sus hijos, Jaime y Emérico, no declinaron en su lucha contra Trujillo, integrándose luego al Movimiento Clandestino 14 de Junio, por lo que estos dos últimos fueron a prisión.

En 1963, Jaimito terminó incorporándose al Frente Sur de la guerrilla dirigida por Manolo (Manuel Aurelio Tavárez Justo).

Con uno de los hijos de don Emiliano, Adolfo Gaudencio (Gaudo) Capell Bello (fallecido), guardé prisión en una angosta cárcel solitaria en 1968. Él era asmático y en la celda oscura, sin ventilación, con heces fecales y orina por doquier, se le dificultaba la respiración; pretendían nuestros carceleros que entabláramos algún diálogo para obtener las informaciones que no habían logrado horas antes en los interrogatorios a que habíamos sido sometidos por separado, con simulacros de ejecución con armas cortas.

Contra gente que ha vivido en esas circunstancias, no funciona poner en marcha anémicas y fallidas intimidaciones, pretendiendo con esos métodos trujillistas acallar voces y silenciar verdades.

27/mayo/2007.