Por ANULFO
MATEO PÉREZ
La sociedad dominicana durante los 31 años
de la dictadura encabezada por el “generalísimo” Rafael Leonidas Trujillo
Molina (1930-1961) fue permeada por una cultura donde se imponía el miedo y el
“orden” desde el poder absoluto, para mantener la “paz social” y resguardar al
régimen de sus opositores.
Después de esa experiencia traumática hemos
avanzado poco en términos democráticos. Pese a que vivimos en la segunda década
del siglo XXI, siguen los mismos métodos de la tiranía que creímos superada.
Trujillo, mediante el poder militar, cercenó
libertades y derechos del pueblo, se rodeo de intelectuales envilecidos, que a
cambio de favores construyeron la nefasta cultura del conformismo y la sumisión.
Ahora sucede, como en la “Era” del “Jefe”, el que
gobierna ralentiza la lucha social, coopta a sus dirigentes, a la pequeña
burguesía, silencia con el poder del erario y el chantaje a los medios de
comunicación.
Por esa práctica perversa el historiador Américo Lugo
recriminó al tirano, cuando en su valiente carta le aclaraba que su pluma no
tenía precio ni pertenecía a la farándula que le seguía a cambio de lisonjas.
Se podrá decir que la comparación es necia y fuera
de contexto, pero si valoramos las actuales circunstancias, lo que ha variado
es la forma de oprimir al pueblo dominicano; ahora las cadenas son más largas.
Autoritarismo, concentración de los tres poderes
del Estado en el Presidente de turno, violación reiterada a la Constitución de la República , para seguir
en el poder… es una muestra de esa cultura.
Si a todo eso se agrega corrupción, impunidad,
entreguismo al imperio, caos, irrespeto al derecho a la privacidad y a la
dignidad humana, de seguro que se está abonando la violencia como respuesta del
pueblo.