Las expresiones “derecha” e “izquierda” surgieron hace más
de un siglo en el parlamento francés y en otros, como la Duma en Rusia, donde quienes
apoyaban la monarquía se sentaban al lado derecha y a los que se oponían a ella
se sentaban del lado izquierdo del pasillo central.
En Rusia, los bolcheviques ocupaban el lado izquierdo del
pasillo del parlamento y los mencheviques el de la derecha, y desde esas
equidistancias expresaban sus opiniones y confrontaciones en torno a los más
candentes temas de la política, la economía y la filosofía.
Para algunos, el término “izquierda” es sinónimo de radical,
revolucionario, socialista y comunista. El de “derecha” lo es de conservador,
reaccionario, capitalista e imperialista. Estos dislates, en algunos casos,
son compartidos por los que carecen de una formación política integral y por
quienes conocedores de ellos, pretenden confundir a incautos.
Muchos “izquierdistas” han devenido en derechistas
consumados; en sujetos que luego de un “mea culpa”, han terminando negando las
ideas que decían defender para colocarse en posición nada edificante,
acompañadas por lo general con prácticas alejadas de la ética política y
haciendo compañía a los que ayer fueron blancos de sus críticas y accionar.
Se “limpian” de sus “pecadillos de juventud” a los ojos de
los responsables de la desgracia del país. Se guían de aquella reflexión
maniqueísta de que “se es imbécil a los 20 si no se es radical y se es imbécil si
se sigue siéndolo”; que se pasa “de incendiario a los 20 a bombero a los 40”. Es decir, que se tuvo una
juventud agitada antes de llegar a la edad de la razón.
Hablan del “fracaso” del socialismo; no se refieren a Fidel,
sino a Castro y le anteponen el término de dictador en sustitución al de
compañero. Para ellos, Chávez no es un revolucionario, sino un “loco
populista”, con vocación despótica.
La falta de libertades en Estados Unidos y la docilidad de
la gran prensa a los mandatos de Bush, son resultados del terrorismo, mientras
a las medidas de seguridad de Cuba y Venezuela frente al imperio, la califican
de “atentado a la libertad”.
Estos especímenes arrepentidos, son dados a descalificar al
Estado, y lo etiquetan de ineficaz, burocrático, corrupto y corruptor, en
contraposición a la economía “privada” y al “mercado”, con su dinamismo y
capacidad de innovación tecnológica.
A los que mantienen las ideas de un país libre,
independiente, soberano y con justicia social les llaman delirantes,
“termocefálicos”, atrasados, fanáticos, fundamentalistas y otros calificativos
despectivos.
Los ex izquierdistas, nunca fueron revolucionarios. No desbordaron los límites del resentido social… del rebelde sin causa; su problema es trascender, hacer su “revolución” personal, escalando hasta donde el sistema de injusticias y privilegios del “capitalismo salvaje” y decadente se lo permite, usando las malas artes que ayer impugnaban.
Los ex izquierdistas, nunca fueron revolucionarios. No desbordaron los límites del resentido social… del rebelde sin causa; su problema es trascender, hacer su “revolución” personal, escalando hasta donde el sistema de injusticias y privilegios del “capitalismo salvaje” y decadente se lo permite, usando las malas artes que ayer impugnaban.
Por todo eso, y mucho más, guardan silencio o justifican que
una obra de arte del entrañable y siempre recordado Silvano Lora, sea destruida
en el recinto de la Universidad Autónoma
de Santo Domingo, para plasmar un “mamotreto” en su lugar, que resalta la
figura de Joaquín Balaguer. Gente desvergonzada que se empeña, sin lograrlo, en
borrar la historia y todo vestigio de dignidad y decoro.
4 de febrero, 2007.
4 de febrero, 2007.
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