Mucho se
habla en nuestro país de la deshumanización en los servicios de salud, tanto en
el ámbito público como privado, pero pocos profundizan en sus causas y
consecuencias.
En cuanto a
los servicios hospitalarios y su personal, en particular a la relación
médico-paciente, existe mucha confusión en profesionales de la salud, así como en
los enfermos y familiares.
Respecto a
los servicios del facultativo, no es lo
mismo ser “buen médico”, que tener la condición de “médico bueno”.
Lo primero
entraña preparación científica, respetar normas de ejercicio y rigurosidad en
el manejo de los casos. Lo segundo
establece la solidaridad del profesional con sus pacientes y familiares.
Lo ideal en
ese ejercicio es que el profesional de la medicina tenga ambos atributos: Ser
buen médico y médico bueno, que nunca se debe confundir con el paternalismo en
la relación médico-paciente.
El
paternalismo médico se remonta a la antigua Grecia. Y aunque parezca
paradójico, detrás de esa fachada se oculta la deshumanización; algunos
sostienen, incluso, que éste es su causa principal.
La causa de
la deshumanización no está en la falta de normas y supervisión, ni al
desarrollo de la medicina y sus sofisticadas técnicas o a la falta de un
exhaustivo examen físico del paciente.
Todo esto,
más que causa es parte del problema planteado. El paternalismo médico es una
forma de encubrir las posiciones dominadoras frente al paciente dominado.
Estamos en
la era de la bioética y de las nuevas formas de la relación médico-paciente,
que garantiza la dignidad del enfermo, que en todo caso no es objeto, sino
sujeto respetado en sus derechos.
La
humanización tendría un gran impulso si se estableciera un modelo basado en la absoluta
gratuidad de los servicios de salud.
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