Por ANULFO MATEO PÉREZ
La
depresión es una patología que se ve frecuentemente asociada al alcoholismo y,
sobre todo, a las recaídas de los alcohólicos. Ya sea la distimia (depresión
crónica neurótica), con sus altibajos, o la depresión que puede presentarse en
los primeros meses de la abstinencia; la depresión reactiva a sucesos penosos.
Pueden
presentarse las diversas formas de presentación de la depresión mayor, los
episodios depresivos de los trastornos bipolares… por lo que todas las formas
de depresión deben ser tenidas en cuenta.
Estos
estados deben ser considerados seriamente cuando se piensa en evitar las
recaídas de los pacientes alcohólicos. El 36 % de ellos sufren al unísono de
depresión como co-morbilidad bastante frecuente.
En
unas ocasiones inducida por la adicción y en otras realimentando la misma,
generando un círculo vicioso difícil de romper, porque es frecuente ver que el
paciente alcohólico se deprima y se sienta culpable.
Él
medita en las pérdidas afectivas, familiares, laborales, sociales, económicas…
que su adicción le provoca, lo cual lo lleva a aumentar el consumo de alcohol,
con el fin de atenuar sus sentimientos penosos.
Sin
embargo, lo que consigue es el resultado opuesto al buscado al generarle nuevas
culpas y mayor depresión. La co-morbilidad de alcoholismo y depresión es mucho
más frecuente en la mujer que en el hombre.
Los
pacientes alcohólicos que sufren de depresión tienen mucho más recaídas que
aquellos pacientes que no la padecen. Esta diferencia, que ya se manifiesta en
el corto, se
expresa más
aún, en largo plazo.
Esto
se hace más patente en el mediano y en el largo plazo y puede afirmarse que la
asociación de depresión en el alcohólico agrava y ensombrece el pronóstico de
su adicción y siempre debe ser tratada.
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