Por
ANULFO MATEO PÉREZ
El
niño hiperactivo tiene tendencia a la intranquilidad, agresividad,
destructividad y actividad violenta durante períodos de desorganización
familiar y deprivación emocional. Pueden desarrollar una hipercinesia como
secuela de una enfermedad orgánica cerebral, como la epilepsia o la
encefalitis.
La
agitación es un estado de actividad motora inquieta crónica, que es una
manifestación de la tensión emocional. La intranquilidad incontrolada puede ir
asociada a ciertos fármacos atarácticos, como las fenotiazinas.
El
niño que ha sido educado en la limpieza puede convertirse luego en enurético
(orinarse encima o en la cama) o encoprético (evacuarse encima o en la cama)
durante un período de separación de la madre.
El
sonambulismo es un trastorno que aparece sobre todo en la infancia. Suele
ocurrir con más frecuencia en el sujeto asociado a síntomas propios de la
histeria y a la enuresis o a cierto daño cerebral crónico.
La
neurosis obsesivocompulsiva se caracteriza por ideas y dudas obsesivas y por
rituales obsesivos, como lavarse las manos en exceso, contar, recitar plegarias
y dudar sobre la cerradura de las puertas.
El
tic es una contracción espasmódica intermitente de la cara u otra parte del cuerpo, se repite a intervalos frecuentes
y sin estímulos externos. Los tics se producen de manera automática e
inconsciente.
Los
pacientes maníacos pueden hablar sin parar, cantar, bailar, bromear con una
energía aparentemente inagotable y buen estado de ánimo; suelen enojarse cuando
se le trata de controlar cualquier exceso.
En
la depresión agitada, el paciente puede gritar, llorar de forma desconsolada,
andar con rapidez, lanzarse al suelo, despojarse de su vestimenta y puede
atentar contra su vida, incluso frente a los demás.
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