El
poder político puede ejercerse para bien o para mal, partiendo del concepto que
se tenga de él y los fines para los cuales se ostenta; si se apoya sólo en las
superestructuras del Estado de que se trate, o si se conjuga con la voluntad y
acciones transformadoras del pueblo, que es para quien se debe gobernar.
Los
“líderes” que están ejerciendo el poder en el Legislativo, el Judicial y el
Ejecutivo, nada hacen para responder en lo absoluto a las necesidades de las
grandes mayorías, sólo se representan a sí mismos.
Por
lo demás, carecen de la educación que deben estructurar hogares funcionales,
para forjar buenos ciudadanos, para respetar los derechos de los demás, el bien
común y poseer la pericia y empatía política.
Esos
llamados “lideres” no conocen el arte de saber escuchar y entender a los demás;
no les interesa ponerse en el lugar de las mayorías; les importa un comino los problemas
del pueblo y el deseo de superarlos.
Un poder usurpado al servicio del envilecimiento, el enriquecimiento ilícito, irrespeto a las normas de convivencia civilizada; el crimen, tráfico de influencia, chantaje, nepotismo y el caos generalizado.
Y esa violencia está vinculada a las acciones de la clase gobernante, a su ideología y abusos ejercidos desde el poder, generando desigualdades socioeconómicas, exclusiones y discriminaciones.
Entonces es compresible, que Marcha Verde sea la respuesta convergente a esa manifiesta coerción desde el poder, que daña a los pobres y a la clase media; que les niega el derecho al bienestar y sobrevivencia.
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