Por
ANULFO MATEO PÉREZ
No
se trata de cine, aunque podría ser material para un buen filme, sino del
revuelo que han tomado las acusaciones de la administración Trump contra Cuba,
respecto a los presuntos “ataques sónicos” contra personal diplomático
estadounidense radicado en La
Habana , dedicado a escuchar lo que otros hablan.
Por
lo visto, el discurso y las acciones del Departamento de Estado van dirigidos a revertir
lo que se logró de avance en lo diplomático y comercial entre los dos países durante
la administración Obama.
Existe
el interés en EE.UU. de retomar el camino de los peores momentos de la guerra
fría, dada la gravedad de la acusación contra Cuba, en un asunto tan oscuro del
espionaje y la manipulación política.
Expertos
en el área tecnológica han admitido de los posibles daños que podrían provocar
los sofisticados medios para espiar conversaciones, pero lo cierto es que nadie
ha probado que sea cierto en este caso.
En
tanto, a la historia fantasmagórica narrada por el secretario de Estado Rex
Tillerson, le siguió, sin mayores detalles, el retiro de más de la mitad de los
empleados de la embajada de EE.UU. en La Habana.
Días
después, decidió que 15 funcionarios de la embajada de Cuba en Washington
abandonaran el territorio de los EE.UU., sobre la base de que ha reducido su
personal diplomático en la capital de la isla.
Esas
medidas, sin una previa investigación de los “hechos” denunciados, se aderezan
con la mendaz acusación de que el gobierno cubano no habría dado los pasos
necesarios para prevenir ‘ataques’ sónicos.
Todo
esto nos hace recordar el filme “La conversación”, del formidable director Francis
Ford Coppola, donde un equipo de espías escuchaba las conversaciones de los
demás, y la rítmica guaracha cubana “Chacumbele…”.
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