Sólo alguien que viva en las nubes o reciba el beneficio del
desorden institucional, la corrupción y la impunidad puede negar que
vivimos una crisis importante en el orden económico, social y político,
resultado del fracaso del modelo neoliberal y la globalización,
sustentados por los gobiernos del PLD.
El 18 de agosto de 1996, en su tercer día de mandato, Leonel
Fernández anunció un plan de privatización y reestructuración de las
empresas estatales y luego se produjo el despido masivo de sus
trabajadores.
Apoyada en ese modelo, la pequeña burguesía desalmada
privatizó lo que era del pueblo dominicano, y la Corporación Dominicana
de Empresas Estatales (CORDE) pasó a manos del capital nacional y
transnacional.
Como en la época de Jack el Destripador, fueron sacrificadas
la CDE y las 24 compañías que integraban CORDE, y los dominicanos nos
quedamos “sin pito y sin flauta” o lo que es igual “como el perico en la
estaca”.
No hay lugar a dudas, del impacto de las crisis en el
proceso creciente de la pobreza, la desigualdad y el enriquecimiento de
la minoría, aumentando a medida que son cada vez más frecuentes y
profundas.
En ese orden, la inequidad ha sido una constante en el
reparto de los recursos del país, de los que genera nuestra economía y
de los procedentes de los alegres empréstitos a organismos financieros
internacionales.
La carga de todo ello ha ido creciendo en la espalda de la
clase trabajadora, chiriperos y campesinos, de los desempleados, así
como de los distintos estratos de la clase media, que va camino a
desaparecer.
Con Danilo Medina se han agravado esos males, multiplicando
la corrupción y la impunidad, creando el caos, llevando al pueblo
dominicano como ganado a un profundo, oscuro y peligroso desfiladero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario