Por ANULFO MATEO PÉREZ
El profesor
estadounidense de la
Universidad de Stanford, Robert Proctor, acuñó el término
“agnotología” para referirse al estudio de la ignorancia o duda culturalmente
inducida, sobre todo cuando se trata de la publicación de datos científicos
erróneos o tendenciosos, para manipular a blancos determinados.
Pero también, el
concepto ha ido más allá para adentrarse en la sociedad por medio de fuentes
del secretismo militar o judicial y por medio de políticas deliberadas,
emanadas desde el poder político.
En otras palabras, es un
concepto más acabado que la demagogia tradicional o la simple manipulación para
ingenuos, porque la ignorancia inducida se sostiene desde el punto de vista
falsamente conceptual.
Me refiero a lo que se
conoce como “postverdad”, sustentada en distorsionar la realidad, hasta el
extremo de poner en duda datos científicos irrefutables, como parte de la
tecnología de la desinformación.
En la lucha política e
ideológica, es frecuente que el demagogo recurra a la degradación del debate
por medio de la retórica de la desinformación y la manipulación, para que este
gire en torno a premisas falsas.
Es lo que hace el
gobierno al enfrentar la
Marcha Verde; o cuando usa las armas de distracción masiva; o
falsea datos sobre lo acontecido con el caso Odebrecht o crea una falsa
historia de lo acontecido.
Cuando instrumentan un plan
mediático, como la defensa del proyecto Punta Catalina, los estrategas trabajan
para negar la credibilidad de las fuentes irrefutables en los hechos que les desfavorecen.
Asumen como fin ulterior,
la producción intencionada de ignorancia, con la ayuda no sólo de políticos y
publicistas, sino también de grandes medios de comunicación y periodistas
comprados o voluntarios.
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