Por ANULFO MATEO PÉREZ
Los medicamentos espurios, falsificados o de
imitación llevan en sus etiquetas, de manera deliberada y fraudulenta,
información falsa acerca de su identidad y procedencia, lo que constituye un gran
problema de salud pública y al no ser detectados ponen en riesgo a millones de
personas en todo el mundo.
Estos preparados con imitaciones de marcas
registradas y de carácter genérico provocan un gran fracaso terapéutico, o la
muerte de quienes los usen, erosionando la confianza del público en el sistema
de salud.
Pueden contener ingredientes correctos o
incorrectos, cantidades insuficientes o excesivas del principio activo o
carente de él, cuyos envases han sido adulterados con el propósito de engañar a
los usuarios.
De acuerdo a la Organización Mundial
de la Salud
(OMS) el problema se ha tornado complejo, sobre todo en los países del Tercer
Mundo, como el nuestro, por la falta de una legislación apropiada contra ese
crimen.
Y para tener una idea de su impacto, el organismo
habla de que ese vil negocio involucra unos 75 mil millones de dólares cada
año; sólo en Europa occidental mueve unos 14 mil millones de dólares en ese
período.
Los altos volúmenes de ventas provocan un
agravamiento de la salud e incluso la muerte de millones de personas; para
enfrentar ese flagelo se necesitan de controles efectivos y de una legislación
disuasiva.
Estos
productos espurios, de etiquetado engañoso, falsificados o de imitación pueden
contener desde mezclas aleatorias de sustancias tóxicas peligrosas hasta
preparaciones inactivas e ineficaces.
Ante
cualquier respuesta inadecuada a la ingesta de medicamentos, debe consultarse de
inmediato al médico que cuida su salud, ya que puede usted, sin advertirlo, estar
tomando algún preparado de ese tipo.
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