Los
grupos económico-sociales y políticos que han dirigido el país durante algo más
de cinco décadas se han servido de los recursos públicos con la cuchara grande,
en detrimento de las condiciones materiales de vida de la inmensa mayoría de
nuestro pueblo, con más de la mitad por debajo de la línea de pobreza.
Para
ello no sólo utilizan la fuerza coercitiva del Estado, sino que esgrimen la
mentira como arma política, sobre todo contra los menos aventajados
culturalmente, para someterlos y explotarlos a su voluntad.
Han
destrozado la resistencia de las organizaciones revolucionarias, sindicatos
obreros, movimiento estudiantil, penetrando y contaminando hasta los más
recónditos rincones de los círculos intelectuales.
Los
principios básicos del estado de derecho los han hecho añicos, dejando sólo una
fachada; la justicia por igual es una caricatura que les asegura absoluta impunidad,
acompañada de legisladores corruptos y serviles.
Sus
gobiernos siguen siendo autoritarios y sumisos al imperio, donde el poder se
concentra en una persona, como si se tratara de una monarquía, dando riendas
sueltas a negocios obscenos y corrupción sin límites.
Todo
el andamiaje de un sistema podrido lo han erigido reprimiendo, mintiendo y
manipulando a millones de dominicanos que viven en la indigencia, no sólo
económico-social, sino intelectual y cultural.
Ese
imperio, edificado con mentiras y manipulación, puede caer sacudido por
movimientos sociales que irrumpan al despertar de la narcolepsia inoculada
durante décadas por quienes nos han desgobernado.
Entonces,
es pertinente repetir con George Orwell que “en una época de engaño universal,
decir la verdad es un acto revolucionario”, por lo que ofrendó su vida el compañero
Orlando Martínez Howley.
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