Los
repetidos escándalos de desfalcos contra los recursos públicos, el lavado de
activos y la narco-política lo que han venido es a confirmar lo que se
apreciaba desde 1990 cuando la pequeña burguesía “radical” decidió bajar las
banderas y transmutarse en la continuadora de la “obra de Balaguer”.
Porque
la podredumbre que vemos ahora, se incubó con la instalación del balaguerismo
en 1966, que sirvió a la contrarrevolución reforzando el tutelaje del imperio,
tras su intervención militar el 28 de abril de 1965.
Por
más declaraciones que hagan los halcones del Departamento de Estado de EEUU a
favor de la democracia, contra el narcotráfico y el terrorismo internacional,
son los responsables del desastre del país.
El
Tío Sam derrocó al profesor Juan Bosch por ser un presidente liberal, que no se
corrompió ni se prestó a perseguir, encarcelar, matar a los comunistas o servir
de punta de lanza contra Cuba Revolucionaria.
Impidió
su retorno al poder con la intervención militar en 1965 e instaló al “Cortesano
de la Era de
Trujillo”, que le sirvió de instrumento a su política de dominación y
exterminio de revolucionarios.
Cuando
se agotó el balaguerismo, facilitó la transición al peledeismo sin Juan Bosch,
que le garantizara sus intereses geopolíticos, su dominación imperialista y el
saqueo de nuestros recursos naturales.
Y
eso lo advertí tras el fraude electoral de Balaguer en 1990, cuando la reunión
coordinada entre la dirección del PCD y Bosch, para defender su triunfo, se
frustró por la inasistencia de dos peledeistas.
Sólo
concurrió José Francisco Hernández, que junto a Narciso, Silvano y yo nos
quedamos esperando como “perico en la estaca” a Danilo y a Leonel, que nunca
han dado explicación de tan reveladoras ausencias.
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