El
golpe de Estado del 25 de septiembre de 1963 contra el presidente Juan Bosch,
constituyó un trauma no sólo para la sociedad, sino para el propio mandatario
derrocado, que no reaccionó para evitarlo ni estuvo a la altura que demandó la
insurrección constitucionalista de abril de 1965.
En
los primeros años de la década de 1970, se le atribuyó al líder del Partido
Revolucionario Dominicano (PRD), ignorar los anhelos del pueblo, por limitarse
a exigir de Joaquín Balaguer “respetar su propia legalidad”.
El
Partido de la
Liberación Dominicana (PLD), fundado por Juan Bosch tras
renunciar del PRD en 1974, se acercó en 1996 al líder del Partido Reformista
Social Cristiano (PRSC) para concertar el traspaso de mando.
Lo
que parecía la “eterna rivalidad” de los JB terminó en 1996, y ambos caudillos
como por arte de magia irrumpieron en el mismo escenario, sellando una alianza
bajo el manto del mal llamado “Frente Patriótico”.
Los
“liberadores”, que en 1974 acusaron al Partido Comunista Dominicano (PCD) de
estar “balaguereando”, por apoyar el Código Agrario contra el latifundio, desde
1996 gobiernan con el "librito” de Balaguer.
El
peledeismo ha llenado el vacío que dejaron los JB, asumiendo el liderazgo de
las clases dominantes, pasando sus dirigentes a ser parte de ellas mediante la
apropiación de los bienes públicos.
Como
en los 22 años de mandato de JB, el “líder” del PLD ha concentrado todo el
poder (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) y aspira a gobernar más allá del año
2044, para romper con creces el record de Trujillo.
El
miedo es capaz de mover a grandes "hazañas". Es muy lógico aspirar a
eternizarse en el poder, si se teme perderlo y luego guardar prisión por
haberse enriquecido depredando los recursos del Estado.
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