Por ANULFO MATEO PÉREZ
El sabio alemán Federico Engels divide la historia de la humanidad en tres fases: salvajismo, barbarie y civilización. ¿Por cuál o cuáles de ellas transita la República Dominicana, si tomamos en cuenta el aspecto estrictamente político y la naturaleza de quienes dirigen el Estado y hacen uso de los poderes fácticos?
Fácil de responder: entre el salvajismo y la barbarie. Solo en estos dos estadios puede uno pensar cuando examina lo que ha ocurrido y ocurre con la administración del país hasta este infausto momento.
La irritación de la gente honrada ha sido desbordada por la pensión de 651 mil pesos, auto asignada por el entonces superintendente de bancos y ahora contralor general de la República, Haivanjoe Ng Cortiñas.
Pero este no es el único caso; existen pensiones millonarias otorgadas en el Banco Central, Banco Nacional de la Vivienda (BNV) y en otras instituciones del Estado, bajo el estímulo del doctor Merengue.
Para esa pequeña burguesía rastrera, la “hegemonía acorazada de coerción” ofrecida por el Estado (recordando a Gramsci), es para desvencijar el erario y reprimir, como ocurrió el pasado jueves en Cotuí.
El deterioro ético-moral avanza como la gangrena gaseosa, resultado de la crisis global del sistema y modelo neoliberal, capaz de parir a estos politiqueros, serviles del gran capital nacional y transnacional.
Así, con premeditación, alevosía y asechanza se expande la mega corrupción de Estado, para constituir un grupo económico que pretende por encima de cualquier contingencia eternizarse en el poder.
Esa mafia partidocrática está blindada: tiene los tres poderes del Estado bajo su absoluto control. Y solo podrá ser resquebrajada y destronada con la movilización vigorosa de los que sufren el infierno de sus maldades.
29 de septiembre del 2012.
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