Por ANULFO MATEO PÉREZ
La ultraderecha venezolana y sus amos en Washington continúan la escalada de
violencia, pese a los obstáculos que tienen para desestabilizar al gobierno
constitucional que encabeza Nicolás Maduro. La sedición es mantenida con
arrogancia, provocando muertos, heridos y mucha incertidumbre.
Las acciones conspirativas las aderezan con francotiradores, que cazan a
miembros de la Guardia Nacional y a civiles chavistas que han intentado apagar
incendios o quitar de las calles barreras de escombros.
La provocación a los miembros de la seguridad pública es constante, llegando
al límite del hostigamiento. Desean una represión violenta a gran escala, una
masacre, para “victimizarse”.
¿Por qué esos grupos neofascistas, sin la fuerza suficiente para derrocar a
Nicolás Maduro, insisten en la violencia desenfrenada? Juegan junto a sus jefes
en Washington, a una ruptura del orden constitucional.
El imperio trata de apropiarse de los hidrocarburos de Venezuela, y crear una
reacción en cascada en Cuba, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Chile, Argentina, El
Salvador… romper a Unasur, Alba, Mercosur y Celac.
Los halcones desean un segmento de la Fuerza Armada para el golpe de estado,
como en Libia, Egipto y Ucrania o apoyarse en él para la intervención militar,
Irak y Afganistán, alegando “razones humanitarias”.
Al fallarle el Plan A, ahora se han decidido por el Plan B, es decir, la
sedición constante para que los órganos armados del Estado venezolano salgan a
las calles a reprimir a “sangre y fuego” a los violentos.
Pero el Plan B tampoco está dando resultados, porque el Gobierno está al
tanto de los planes en su contra y tiene bajo control a los extremistas llamando
a la paz, sin usar el poder letal de sus órganos armados.
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