Por ANULFO MATEO PÉREZ
El
desarrollo sostenido de la ciencia y la técnica ha permitido que el género
humano prolongue su existencia. En la actualidad el número de personas mayores
de 60 años es dos veces superior al que había en 1980. Se calcula que para el 2050,
habrá casi 395 millones de personas de 80 años o más.
Es
decir, habrá cuatro veces más personas de esa edad más que ahora. Esta realidad
ha empujado a que los ancianos reciban mayor atención de la sociedad, aunque no
toda la deseada.
Inicialmente
la medicina abordó los problemas de salud de los adultos mayores a través de la
geriatría, pero debido a las complejidades presentadas (aumento de la población
y nuevas realidades) surgió la gerontología.
Esta
especialidad estudia la vejez desde el punto de vista biológico, psicológico,
sociológico y económico. Pese a los prejuicios y discriminaciones, esta
condición humana puede ser normal y no necesariamente patológica.
En
esta etapa, se puede disfrutar de la vida a plenitud, dejando a un lado, por
supuesto, las necias comparaciones con la juventud. Por lo demás, es
conveniente diferenciar la senectud de la senilidad.
La
senectud es el discurrir normal de la persona adulta mayor, mientras la
senilidad es el estado patológico. Dijo Cicerón: “los viejos conservan su
intelecto, si mantienen activa su mente y la emplean a toda capacidad”.
En
la República Dominicana,
como en otros países del Tercer Mundo, desprovistos de una adecuada seguridad
social, millones de gerontes constituyen una carga familiar, viviendo en la
soledad más absoluta.
Contrario
al inexacto criterio de que “la vejez es un estado infinitamente triste”, se
impone la realidad de que en esta etapa de la vida, se gana la serenidad de
juicio, una mayor objetividad y prudencia.
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