Por ANULFO
MATEO PÉREZ
Frente
a un partido que ha instalado una dictadura constitucional, las organizaciones
que aspiran a cambios importantes en la conducción del país harían muy bien en
razonar lo necesario del amarre en un solo haz de todas ellas, para alcanzar el
poder mediante una firme oposición.
Es
de comprenderse con toda claridad, que quienes nos han desgobernado por más de
12 años lo hacen de forma pérfida, al margen de la ética política, y
embriagados con el inmenso poder acumulado.
El
mundo ha cambiado en ciertos aspectos, como lo han hecho los métodos para
controlar al adversario político. Por eso se corrompe, chantajea, infiltra y
penetra a todo el que sea susceptible de ello.
Muchos
se resisten con firmeza a entrar en la danza de la descomposición política,
ética y moral a la que el peledeísmo balaguerizado ha conducido a la sociedad,
pero otros se suman al gobierno a cambio de enriquecerse.
Una
de las modalidades de control político de los que están en el poder, es comprar
voluntades de dirigentes enlistados en la oposición para que hagan el trabajo
de informantes; sembrados ahí para crear caos.
El
caballo de Troya es uno de los medios preferidos de los que mueven los hilos
del poder. Sus agentes encubiertos trabajan para crear confusión, rivalidades,
“guerrillas” y división en las organizaciones opositoras.
Y
esa práctica, propia de los organismos de inteligencia del Estado, la usa el
oficialismo para controlar, neutralizar y desnaturalizar las acciones de las
entidades políticas, sociales, sindicales, gremiales y populares.
Al
movimiento juvenil le aplicaron la “medicina” y ya se aprecian sus nocivos
efectos. La misma pócima la habían administrada antes a partidos políticos
progresistas y revolucionarios, y los atomizaron.
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