La derecha latinoamericana continúa con las acciones
golpistas contra gobiernos electos en comicios bajo el amparo de la
Constitución de sus respectivos países, ahora con la destitución del Presidente
Pedro Castillo en Perú y como respuesta la movilización de sus adeptos, que
reclaman ahora nuevas elecciones.
En esta modalidad de golpe de Estado es inocultable la mano
interventora del imperio estadounidense, como ocurrió con el intento contra
Hugo Chávez (2002) y Rafael Correa en (2010).
Así como la destitución de Dilma Rousseff (2016); golpes exitosos
contra Manuel Zelaya en (2009) y Fernando Lugo en Paraguay (2012); el golpe de
Estado militar ha sido sustituido por el “golpe blando”.
Esta modalidad consiste en derrocar gobiernos que no están
al servicio de la oligarquía ni de EE.UU., mediante técnicas “suaves”,
falsamente institucionales, y guerra mediática a gran escala, para crear las
bases de la inestabilidad.
El “golpe de Estado blando” fue cuidadosamente elaborado por
los Think tanks (tanques pensantes) estadounidenses, entre ellos el destacado
politólogo Gene Sharp, al servicio de la CIA durante largos años.
La técnica consiste en cabalgamiento de conflictos y
denuncias de corrupción a través de los medios corporativos; promoción del
desabastecimiento y la criminalidad, el descontento, y la manipulación del
dólar.
De eso se trató el 'impeachement' auspiciado por EE.UU. y el
"golpe de Estado blando” contra la presidenta brasileña Dilma Rousseff, y
las conspiraciones contra el gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela.
Estados Unidos mediante “golpes cruentos” derrocó a Jacobo
Árbenz en Guatemala; Juan Bosch en nuestro país; a Salvador Allende en Chile;
asesinó a Jaime Roldós en Ecuador y a Omar Torrijos en Panamá.
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