Por ANULFO
MATEO PEREZ
I
Al ser
ajusticiado el tirano Trujillo (30 de mayo de 1961), sin desearlo dejó su heredad
a lo que se llama el “poder permanente”, que no está representado en el partido
ni presidente de la República de turno, sino en los sectores económicos
hegemónicos, estructuras militares, seguridad e inteligencia del Estado.
Y esto es así, porque en el nuevo estadio del
desarrollo económico y político del sistema capitalista, el poder se desdobla
en “poder permanente” y “poder temporal”; para perpetuarse se apoyan en el
Estado.
Contrario a lo generalmente aceptado, el poder
permanente ya no lo ejerce una persona; es la síntesis de una compleja,
contradictoria y dinámica interacción, así como lucha entre grupos de la clase
dominante.
Esa relación entre grupos económicos del poder
permanente y poder temporal que les representan, pugnan por imponer su
hegemonía, evidente en la lucha electoral de relevo, como ocurre en este
momento.
No obstante, durante esas sordas disputas comparten el
interés vital de garantizar la reproducción del sistema, liderado por el
variopinto capital transnacional, asentado en EE.UU, Unión Europea y Japón.
En tanto, el poder temporal es ejercido por el partido
político que en cada país ocupa el Poder Ejecutivo durante un período
determinado, en alternancia o continuidad por uno que sea pieza de la
partidocracia.
Esa dinámica está regida mediante elecciones periódicas,
Constitución y leyes, pero en países con un sistema en crisis, las reglas son manipuladas, ignoradas o descaradamente violadas a
conveniencia.
El que se exprese con firmeza contra el hegemonismo
del poder permanente y temporal será hostigado para ser cooptado; si resiste, los
“aparatos” del Estado le colocarán la “espada de Damocles” sobre su cabeza.
II
Desplazado Trujillo
del poder por la oligarquía y el imperio, estos retomaron el control absoluto
del país (reprentados en el Consejo de Estado), pero Juan Bosch en
una jugada política se granjeó la simpatía de los trujillistas (capas bajas de
la población rural y urbana), ganando las elecciones del 20 de diciembre de
1962.
El 25 de septiembre
de 1963, Bosch era derrocado por un golpe de Estado oligárquico, bajo la
dirección de EE.UU, previa campaña frontal de la Iglesia Católica contra él, que
le acusaba de comunista.
Luego, con gran
voracidad, grupos económicos hegemónicos del poder permanente, iniciaron el
robo del patrimonio del Estado, que Trujillo había acumulado como propio
durante 31 años de dictadura.
La insurrección constitucionalista
(24 de Abril de 1965), que se proponía el retorno de Bosch a la Presidencia (y
como respuesta de EE.UU a la derrota del poder temporal), fue sofocada con 42
mil marines.
Con apoyo imperial,
ascendió el dictador ilustrado Joaquín Balaguer; 12 años de persecución y
muerte contra sus opositores, y luego 10 años más, separado uno y otro por ocho
años de un PRD derechizado.
Para garantizar su continuismo
en el poder, el cortesano de la “Era de Trujillo” resistió a los grupos
económicos y el patrimonio del Estado le sirvió para su gestión gubernamental y de asistencialismo.
La oleada neoliberal
abrió las fauces de esos grupos del gran capital y de connotados dirigentes del
PLD, que durante casi 20 años en el poder se han apropiado de una buena parte del
patrimonio público.
Ahora, con el
“desguañangue” del PLD-gobierno-FP-sistema, el PRD de nuevo cuño (PRM), un
símil del doctor Merengue, apuesta volver al poder tras su triste período de la
“España Boba” (2000-2004).
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