Por
ANULFO MATEO PÉREZ
La
alta prevalencia de enfermedades psíquicas en los adultos mayores es un
importante problema de salud, cada vez más significativas si tenemos en cuenta
que los estudios demográficos señalan un progresivo envejecimiento de la
población, especialmente en los países de mayor desarrollo económico.
Las
causas de estos cambios están en el propio deterioro o sufrimiento orgánico del
cerebro, aunque en algunos casos, las alteraciones psíquicas, concretamente la
depresión, se asocian al estrés de los ancianos.
Esta
situación está vinculada en el ámbito económico, social y psicológico, siendo
de todos los trastornos psíquicos de los adultos mayores, la depresión el más
frecuente, de paso inadvertido por el entorno.
La
depresión se puede definir como un estado de ánimo triste, decaído la mayor
parte del día, con notable disminución de la sensación de placer o de interés
en todas, o casi todas las actividades cotidianas.
La
depresión, en personas de la tercera edad, muestra en muchos casos,
características muy peculiares, y posible que para el personal médico resulte
muy difícil establecer de cuál se trata propiamente.
Es
habitual que los ancianos estén más interesados por sus síntomas físicos, por
lo general muy frecuentes, que por su tristeza. Sin embargo, la culpabilidad,
nihilismo y ruina cabalgan junto a la depresión.
Hay
que recordar que la depresión del anciano, cuando se trata de forma correcta,
evoluciona de manera favorable, sobre todo en sus formas más simples; por el
contrario, si es mal asistido puede ser devastador.
Si
se ignora el diagnóstico, no se establecerá el tratamiento oportuno, por lo que
el adulto mayor puede complicarse con trastornos somáticos, metabólicos o
cardiovasculares, y el consiguiente riesgo vital.
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