Por ANULFO MATEO PÉREZ
Estos días han sido de fiestas, como es tradición, pero
finalizada la algarabía seguirán las presiones del Departamento de
Estado del imperio contra los imputados de corrupción en este y otros
países, la reactivación de los reclamos contra ese flagelo y su hermana
de andanzas, la impunidad.
El pasado diciembre, el gobierno estadounidense dio a
conocer las sanciones ordenadas por el presidente Donald Trump,
aplicadas contra Roberto José Rivas Reyes, presidente del Consejo
Electoral nicaragüense.
También contra el legislador guatemalteco Julio Antonio
Juárez Ramírez, y el empresario dominicano Ángel Rondón, entre las 13
personas afectadas. Las sanciones conllevan congelar sus activos en
EE.UU.
La medida tomada en ese país obliga a los ciudadanos
naturales y jurídicos estadounidenses, abstenerse de realizar
transacciones comerciales o financieras con las personas sancionadas por
actos de corrupción.
A los imputados, las adversidades tienden a agravársele si
tomamos en cuenta la condena del vicepresidente de Ecuador Jorge Glas y
la presión política contra el presidente peruano Pedro Pablo Kuczynski.
EE.UU. podría solicitar la extradición de ciertos implicados
en el caso Odebrecht, motivado en la violación a leyes internacionales
que rigen las licitaciones, y el perjuicio acarreado a sus empresas por
los sobornos.
En nuestro país, se inicia una nueva etapa, conociendo el
proceder de la justicia estadounidense y los acuerdos a que llega con
los implicados en ilícitos si se disponen a colaborar con las
autoridades.
Si a todo eso se le suma el incremento de las movilizaciones
y reclamos de Marcha Verde para que el presidente Danilo Medina sea
llevado a juicio político ante el Congreso Nacional, la temperatura
sería volcánica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario