Si
revisamos la historia reciente de nuestro país, vamos a encontrar en las luchas
de clases, el desarrollo de liderazgos y la concentración del poder político a
personajes portadores de las distintas modalidades clínicas del trastorno de la
personalidad, entre ellos el disocial y el marcadamente sociopático.
Para
estos sujetos, la gratificación narcisista es la que guía su comportamiento, dos
de sus armas son la simulación y la intimidación, mostrándose gélidamente
indiferentes ante el sufrimiento de los demás.
Por
lo general, los psicópatas logran el control de su entorno, llegan a la cima de
las instituciones, violan normas y leyes para ampliar su poder, y lastiman a
los que no se someten a sus deseos y conductas.
Cuando
el sociópata ingresa a la política y llega
a la cima, concentra en sus manos todo el poder, reducen a la sociedad a sus propósitos
más perversos, cerrándole los más vitales espacios democráticos.
En
estos momentos somos testigos, de cómo sujetos con graves trastornos de la
personalidad han llegado a los tres poderes del Estado y sus dependencias, para
enriquecerse mediante la prevaricación y el cohecho.
Sin
ningún arrepentimiento, crean asociaciones de malhechores para delinquir, mentir,
manipular; nos embargan mediante empréstitos para luego saquearlos, lesionando
nuestra vapuleada economía.
Los
sobornos y sobravaluaciones de la brasileña Odebrecht en la República Dominicana ,
es uno de los más escandaloso casos de sus acciones; el más brutal acto de
corrupción ocurrido en el país hasta el momento.
Estos
psicópatas fueron descritos por Sigmund Freud, Alfred Adler, Otto Rank y
Jacques Lacan, entre otros estudiosos de la conducta humana, y no me cabe la
menor duda que se trata de sujetos muy peligrosos.
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