Por
ANULFO MATEO PÉREZ
A
50 años de la
Revolución Constitucionalista de 1965, la epopeya más
importante del siglo pasado en nuestro país, el pueblo sigue pendiente de
concretizar sus ideales revolucionarios y democratizadores; golpeado por el analfabetismo,
insalubridad, inequidad económico-social y de género, corrupción e inseguridad.
La
contrarrevolución tomó cuerpo y se encaminó al exterminio de las fuerzas
constitucionalistas y de sus combatientes más aguerridos, para imponer
programas oligárquicos, bajo la tutela imperial.
Doce
años de dictadura (1966-1978), encabezada por el cortesano de la era de
Trujillo, Joaquín Balaguer, dio continuidad al intervencionismo imperialista,
reforzando la dependencia de nuestro país.
El
repudio popular al régimen de “Elito” dio paso a dos períodos de gobiernos del
PRD, que de su adhesión a los ideales de la Revolución de Abril, se
distanció de su Constitución de 1963, hechura de su primer gobierno.
Este
retroceso permitió el retorno de Balaguer por diez años más (1986-1996), para
sumar 22 de régimen autoritario al servicio de la gran burguesía y los sectores
más retardatarios de la República
Dominicana.
Mediante
una alianza antihistórica, Balaguer entregó el poder al peledeismo sin
boschismo; venganza calculada; sarcasmo político mordaz, hiriente y humillante,
no sólo contra Juan Bosch, sino para el pueblo.
En
algo más de 14 años de malos gobiernos, Leonel Fernández y Danilo Medina han
conducido al país al mayor descalabro de la historia republicana, armando una
dictadura institucional y del erario una piñata.
Ellos
hicieron del PLD una corporación, corrompiendo hasta el tuétano a sus
integrantes; envileciendo a muchos de sus adversarios, ahora enfrentados entre sí,
como en los tiempos de la “fiebre del oro”.
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