Por ANULFO MATEO PÉREZ
El
restablecimiento de los nexos entre Estados Unidos y Cuba es entendido por la
comunidad internacional como el preludio que daría paso al desmonte del abusivo
bloqueo económico, comercial y financiero de parte de Washington contra la Isla, impuesto por más de 50
años y carente de legalidad y legitimidad.
Ese
cerco económico, entre otras agresiones, le ha costado a Cuba pérdidas
estimadas en más de un billón de dólares, perjudicando su desarrollo integral en
todos los órdenes y sus relaciones multilaterales.
Con
firmeza, Fidel y Raúl siempre han planteado que un acuerdo para normalizar las
relaciones EEUU-Cuba tendría que ser mediado por el respeto al derecho
internacional y a la Carta
de Naciones Unidas.
Hay
que entender que la reanudación de los vínculos diplomáticos expresan sólo un
gesto de acercamiento, que no entraña necesariamente “fumar la pipa de la paz”,
entre dos países con marcadas diferencias.
Las
mismas que provocan las tensas relaciones que EEUU mantiene con China, Rusia y
Venezuela, entre otros países, por su política exterior injerencista y
expansionista, guiada desde 1823 por la Doctrina Monroe.
No
obstante, ese acercamiento puede facilitar el cese del bloqueo económico, que
beneficiaría a ambos países, y para lo que Cuba está más que preparada en
términos políticos desde hace muchos años.
El
momento que vive Cuba es un gran desafío para el Partido Comunista, sus
dirigentes, la clase obrera, trabajadores del campo, jóvenes y mujeres, organizaciones
de masas… para su pueblo valiente y abnegado.
El
futuro de Cuba no puede ser otro que la reafirmación de sus conquistas socialistas
en la salud, educación, deporte, el arte, la equidad social, económica y de
género, en el marco de la dignidad y soberanía nacional.
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