Por ANULFO MATEO PÉREZ
El ejercicio gubernamental que ha encabezado Danilo Medina durante
estos últimos dos años, la primera mitad de su período constitucional,
no debe sorprender a quienes conocen de los fundamentos económicos,
políticos e ideológicos de una corporación llamada Partido de la
Liberación Dominicana (PLD).
Los tres períodos de gobiernos anteriores, bajo la batuta de Leonel
Fernández, y los dos años que ha presidido Danilo Medina, tienen el
mismo hilo conductor, pese a los contrastes de sus estilos personales.
Los fundamentos de sus políticas, desde 1996, lo constituyen un
“arroz con mango” del mal llamado Consenso de Washington, algunas de sus
prescripciones aplicadas con mucha corrupción y clientelismo político.
La receta del economista John Williamson precipitó la crisis en
América Latina, donde se aplicó, y aquí, con las características
descritas, viene azotando como huracán categoría cinco en la escala
Saffir-Simpson.
Las medidas neoliberales asumidas por el PLD, que por sí solas son
devastadoras para las capas medias y los más pobres, han hecho estragos
en la economía dominicana, caracterizada por grandes déficits fiscales.
Se han olvidado de la educación y la salud, limitándose ha
construcción y reconstrucción de infraestructuras, sin mejorar la
calidad de las mismas ni elevar los salarios del personal de ambos
sectores.
Emprenden reformas tributarias, cargando el mayor peso a las capas
medias y a los más empobrecidos de la sociedad, para elevar unas
recaudaciones que terminan en los bolsillos de funcionarios y abultadas
nóminas oficiales,
Además la privatización de las empresas estatales; entrega de
nuestros recursos a transnacionales y depredación del medio ambiente.
El PLD no debe seguir al frente de un país saqueado y moralmente destruido.
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