Por ANULFO MATEO PÉREZ
De no conformarse un robusto movimiento nacional para enfrentar al peledeismo
gobernante, las elecciones generales de 2016 podrían constituir un valladar para
las organizaciones políticas que aspiran a llegar al poder a través de ese
proceso comicial, por demás bastante desacreditado.
Sería, como hemos dicho en otras ocasiones, un matadero electoral; un medio
para legitimar en el poder una vez más al Partido de la Liberación Dominicana
(PLD), quien controla a su favor la JCE y las altas cortes.
Para evitarlo, los opositores tendrían que arriar las banderas del sectarismo
y prejuicio a ultranza, de la discriminación e intolerancia, y por lo contrario,
izar la bandera de la ecuanimidad política.
Dejar atrás ciertos pruritos, que justifican el aislamiento y el concepto de
capilla de esas organizaciones, y conformar un frente, ya que por separado no
harían ni un sólo rasguño al continuismo morado.
Ese frente opositor de amplia unidad es posible, si la tolerancia es asumida,
pese a las diferencias políticas e ideológicas. De no ser así, el oficialismo
ganaría en 2016 y fortalecería su dictadura institucional.
No hablo de conciliación de clases, algo absurdo en cualquier escenario, sino
de la unidad táctica para desplazar al PLD del poder, para la conformación de un
gobierno que permita al menos cierta equidad política.
Si ese frente opositor enarbola un programa mínimo, con las demandas más
sentidas de los sectores populares, se convertiría en una fuerza electoral
imparable, arrolladora, un verdadero tsunami social.
Tendría la fuerza para cambiar la JCE y las altas cortes peledeistas;
frenaría el uso y abuso de los recursos del Estado en las elecciones; se crearía
una nueva correlación de fuerzas en los comicios del 2016.
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