Por ANULFO MATEO PÉREZ
La izquierda dominicana ha tenido siempre una gran dificultad para armonizar
la táctica con la estrategia, resultado de la rigidez política cuando trata de
incidir en las coyunturas que le podrían catapultar a nuevos estadios, para ir
estructurando el “bloque histórico” y construyendo su hegemonía.
La izquierda ha estado presente en todas las luchas libertarias y
democráticas, pero sin lograr la unidad de las fuerzas sociales y políticas
indispensables para liderar la sociedad y ascender al poder de la nación.
No ha comprendido que para alcanzar la dirección del país no basta con tener
la razón ni ser los más “impolutos” de todos, sino poseer la capacidad
dirigente, que se demuestra en la lucha “cotidiana y gris”.
No ha logrado vincularse de manera firme y permanente a los trabajadores; al
campesinado explotado y empobrecido, a los sectores medios, a los intelectuales;
dejándose sustituir en los diversos frentes de masas.
Esa es una de las causas del auge del amarillismo, anarcosindicalismo y
economicismo en el movimiento obrero. En el ámbito político, la izquierda no ha
podido afianzar una alianza con otras fuerzas políticas.
Y mediante ella destronar a esos sectores que han ido perdiendo la capacidad
de “encantamiento” con discursos que lograron afirmar y ahora son
ostensiblemente rechazados por la sociedad dominicana.
Bajar de su pedestal al peledeismo gobernante, neobalaguerizado y
neotrujillizado, que nos conduce al matadero, a la inseguridad ciudadana,
indefensión absoluta y al más dramático desamparo económico-social.
Este es un momento en que el bloque que detenta el poder se debilita y
fisura; en que la izquierda debe cohesionar y tensar sus fuerzas; luego procurar
la unidad más amplia para su ascenso al poder.
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