Por ANULFO MATEO PÉREZ
La
situación nacional está para pensarla con inteligencia y serenidad, sin caer en
extremismos de ninguna especie ni en “manualismos”, que impidan razonar la
pertinencia de asumir posiciones para un ambiente dirigido a crear una gran
unidad programática contra el continuismo partidocrático.
La
realidad que vivimos es caótica. La crisis en todos los órdenes es ostensible,
no hacen faltas disquisiciones teóricas para percibir que este modelo político
y económico-social impuesto no resiste más.
El
cambio que necesita nuestro país, no es el “quítate tú para ponerme yo”, sino
el que está centrado en derrotar a las fuerzas del atraso, a los defensores del
status quo para el ascenso real de los de abajo.
Aplastar
de una vez y por todas a los politiqueros tradicionales, responsables de este
desastre, caracterizado por crisis económica y el grave deterioro de las
condiciones de vida de las grandes mayorías.
Esos
partidos tradicionales se han impuesto, tras el derrocamiento de la tiranía
trujillista (30 de mayo de 1961), mediante la coerción contra el pueblo, para
enriquecer a la clase dominante de forma brutal.
En
cada proceso electoral se produce una gran abstención de votantes porque no
creen en las instituciones que la regulan ni en los aspirantes que se proponen
dirigir maliciosamente el país de espalda al pueblo.
Ahora,
dentro de la crisis, surge la propuesta de aunar esfuerzos contra el
continuismo peledeísta, una versión desgastada de la partidocracia, pero no se
habla de programa, sino de candidaturas hegemónicas.
Ese
silencio respecto al programa, la lucha por las candidaturas y la “guerra de
maniobras” que desarrollará el peledeismo serán los tres factores que podrían
malograr la propuesta del frente amplio opositor.
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