Por ANULFO MATEO PÉREZ
Cuando
aún no estaba en el debate público, tuve el privilegio de tener en mis manos
una versión mimeografiada de la
Perestroika, gracias al gesto de un amigo del cuerpo
diplomático soviético, que me advertía
leer con ojos críticos, discreción y cuidado, para que luego pudiera
darlo a conocer a otros que debían prepararse para lo que se acercaba.
Más
tarde, le expresé mis opiniones sobre su contenido y en particular la
preocupación por lo que podría pasar con Cuba, blanco permanente del imperio.
El me aseguraba, que al menos una agresión militar no estaba en el horizonte,
pero que el impacto de la aplicación de esa tesis podía llevarse de paro a los
países socialistas de Europa, y que Cuba podía quedar mucho más bloqueada y en
mayores riesgos que nunca.
La Perestroika borró lo que quedaba del
Estado Soviético fundado por Lenin y dio pasaporte para mirar hacia occidente,
pasando las riquezas de cientos de millones de personas a pocas manos, en un
abrir y cerrar de ojos; un despojo nunca visto en la historia de la humanidad.
Y los males que se pretextaron extirpar, se multiplicaron a niveles
exponenciales inimaginables.
Mijail
Gorbachov, sepulturero de la URSS,
padre de la Perestroika
y la glasnost, “transparentó y liberalizó” el accionar de los estamentos estatales
y facilitó que Estados Unidos se erigiera en un poder unipolar, tirando por la
borda la sangre de 27 millones de soviéticos, que combatieron contra el
fascismo y en defensa del naciente estado socialista.
Precediendo
y distante de los sucedido en la
URSS, el 30 de mayo de 1961, el toque de clarín anunciando
libertad y democracia en nuestro país, vino con la sorpresa de que el
patrimonio público tenía nuevos dueños. Ilustres ciudadanos despojaron al
pueblo de esas riquezas: como hace el cuatrero de baja estofa con la res, que
al descuartizarla ni siquiera guarda las vísceras y el cuero.
Ahora
se exige “glasnost” y “perestroika” por todas partes. Una pérdida de tiempo;
una demanda innecesaria. Mirando el espejo de los ex países socialistas de
Europa, aquí hay de todo como en botica, expuesto ante los ojos y oídos de los
dominicanos; mucha corrupción, que es franca y abierta, igual que la impunidad
y la falta de vergüenza.
Con
crisis alimentaria, petróleo caro y voces que claman austeridad, los patriotas
diputados se elevan el sueldo. En el Senado, la fiesta es a dos orquestas. Y
para que todo salga a pedir de boca, el Poder Ejecutivo y el Judicial, al
compás del Congreso, están más afinados que la filarmónica de Viena, para
garantizar que ese orden -¿o desorden?- continúe su agitado curso.
Hipocresía
aparte, debe admitirse que el escándalo de la Cámara de de Cuentas se inserta en ese proceso,
como una tragicomedia. ¿Quién recomendó, sometió terna y nombró a esos
distinguidos señores para conformar el organismo que debe auditar el queso que
las ratas de dos patas se llevaron entre las uñas? ¿El chinero de la esquina?
Todos sabemos cómo se deciden esas cosas.
29 de junio, 2008.
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