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Frente al anuncio del gobierno de que no habrá aumento de salarios hasta al menos el 2015, diversos sectores sociales se han rebelado contra esa decisión, dada la necesidad de mayores ingresos para compensar el alto costo de la canasta familiar, resultado de la crisis económica y la devaluación del peso.
El sector salud realizó la pasada semana 72 horas de paro nacional para que el gobierno atienda el reclamo de aumento de los salarios y mejore las condiciones de trabajo en los hospitales del Estado.
Grupos populares y medioambientalistas han convocado a una huelga nacional para el 22 y 23 de este mes, exigiendo iguales reivindicaciones y el rescate de los recursos naturales en manos de compañías mineras foráneas.
Esos movimientos de protestas no son el resultado de la voluntad política de quienes los convocan, sino de las azarosas condiciones materiales de vida de la mayoría de la población. ¿Está despertando el gigante?
Es posible que dentro de unos días se intensifique la campaña oficial para culpar como instigadores de las protestas a las organizaciones opositoras y a grupos “extremistas”, para justificar la represión.
Pero resulta que, como decía Carlos Marx, toda la historia de la sociedad humana, es la historia de las luchas de clases. Y contra esa contradicción entre explotados y explotadores no hay paños tibios que valgan.
En el pasado existió entre libres y esclavos, patricios y plebeyos, barones y siervos de la gleba, maestros y oficiales; en una palabra, opresores y oprimidos, empeñados en una lucha ininterrumpida.
Como se sabe, esa lucha, velada unas veces, y otras, franca y abierta, conduce en cada etapa a la transformación revolucionaria de todo el régimen social o al exterminio de ambas clases beligerantes.
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