Luego
de la filtración de los cables diplomáticos de WikiLeaks, los halcones del
imperio se sienten muy preocupados por la suerte que puedan correr los soplones
que le sirven en todo el mundo.
Lucen
tan desesperados de que algo suceda a sus colaboradores, que han ayudado a
reubicar a varios de ellos en lugares más seguros, según cuenta el portavoz del
Departamento de Estado, Philip Crowley.
Admite
Crowley, que las personas potencialmente en riesgo abarcan desde representantes
de la sociedad civil, periodistas, hasta funcionarios que les han proporcionado
información.
Esto
me hace recordar a la británica Frances Stonor Saunders, la autora del libro “La CIA
y la guerra fría cultural”, quien analiza el programa secreto de propaganda
cultural de la agencia.
Ese
programa no se limitaba a recibir informaciones sensibles, sino que buscaba
apartar a la intelectualidad europea de su prolongada fascinación por el
marxismo y el socialismo.
Estaba
dirigido a influir en los intelectuales y al resto de la sociedad para que
conceptualizaran todo lo que ocurría en el mundo más de acuerdo con el
“concepto americano”
El
“Congreso por la Libertad
de la Cultura”,
fue la organización eje de esa campaña encubierta, montada por el agente de la CIA Michael Josselson,
entre 1950 y 1976.
Además, contaba con su propio servicio de noticias y de artículos de opinión, organizó conferencias del más alto nivel y recompensó a los músicos y otros artistas con premios y actuaciones públicas.
Sospecho que ese programa no fue sólo para Europa, ni mucho menos que haya cesado.
Enero/2011.
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