Los efectos
psicológicos, neurofisiológicos, sociales y económicos de la pandemia
porCovid-19 están siendo valorados por expertos en diferentes partes del mundo,
alertando de la posibilidad de un impacto a la salud mental, que afectaría a la
población mundial, agravada por el confinamiento, entre otras causas.
La investigación
al respecto tendrá que ser sustentada por agencias de financiación, que se
coordinarían con investigadores de alto nivel, garantizando así el
abordaje de las prioridades científicas.
Es
necesario tomar en cuenta las necesidades de las personas afectadas en su salud
mental para ser satisfechas de forma eficaz, lo que obliga a mantener
estándares de investigación apegados a métodos científicos.
Para
garantizar que la investigación sea de alta calidad es indispensable la
colaboración internacional y una perspectiva global de las condiciones en el
ámbito psico-social y económico de impacto en la población.
Una de las prioridades
serían los adultos mayores, que son siempre los más vulnerables en las condiciones
de la actual pandemia, para analizar la manera de mitigar las consecuencias en
su salud mental.
Es prioritario
descubrir y evaluar aspectos psicológicos, sociales y neuro-científicos de la
actual pandemia para hacer frente a la situación por la que atraviesan las
personas, integrando disciplinas y sectores.
Están a la vista
los efectos psicológicos y socio-económicos directos e indirectos de la
pandemia por Covid-19 en la mayoría de la población, condiciones que pueden
mantenerse ahora y en el futuro.
Es mucho más
grave, si el coronavirus infecta el cerebro o provoca respuestas inmunes,
que tendrían efectos adversos adicionales sobre la función cerebral y la salud
mental en pacientes con la Covid-19.
II
La investigación científica en el marco de los efectos de la pandemia por Covid-19, permitiría crear las herramientas necesarias para asistir a la población afectada en su salud mental y estar preparados para nuevos brotes y períodos críticos de encierro, como alertan expertos en Reino Unido en cuanto a su manejo integral.
De capital
importancia es investigar el relativo aislamiento social y sus consecuencias en
el bienestar de las personas que padecen de ansiedad, depresión, insomnio,
irritabilidad, entre otros síntomas.
Mueve a
preocupación el impacto de la pandemia de coronavirus en el agravamiento de los
trastornos mentales en los pacientes crónicos, por la dificultad para acceder a
los servicios especializados y a los medicamentos.
En estas
circunstancias, la problemática de los pacientes mentales se Irradian a los demás
miembros de la familia, especialmente a niños y personas mayores, que son
lógicamente los más vulnerables.
Sería de
gran utilidad para los especialistas, conocer del Covid-19 como precursor de la
ansiedad, depresión, así como el posible incremento del suicidio en la
población general y su posible mitigación.
A finales
de febrero de 2003, la epidemia del síndrome respiratorio agudo severo, una
neumonía atípica, se reconoció por primera vez en Hanoi, Vietnam, que se asoció
a un aumento del 30% del suicidio.
La curva
ascendente del suicidio es evitable, si conocemos las medidas que pueden
adoptarse en un período como atraviesa la población o en períodos más críticos
de rebrotes de la pandemia por coronavirus.
Como he
afirmado con anterioridad, es probable que las potenciales consecuencias de una
recesión económica mundial impacten con dureza en la salud mental de las
personas y sus tutores a nivel global.
III
La OMS, en estudios epidemiológicos en distintos países afectados por la pandemia de coronavirus, divulgó que esta se asoció con un aumento del 30 por ciento en el suicidio en las personas de 65 años y más. Dijo, además, que alrededor del 50 por ciento de los pacientes recuperados permanecieron ansiosos y deprimidos.
De igual
manera, las investigaciones determinaron que el 29 por ciento de los
trabajadores de la salud que asistieron a pacientes con Covid-19 experimentaron
angustia emocional probable, entre otras molestias.
Los
supervivientes al síndrome respiratorio agudo por el coronavirus, corren el riesgo
de sufrir un trastorno de estrés postraumático y depresión, recordando sus días
difíciles en la sala de cuidados intensivos.
Muchas de
las consecuencias anticipadas de la cuarentena y las medidas de distanciamiento
social y físico asociadas, son en sí mismas factores de riesgo clave para los
problemas de la salud mental a nivel global.
Además del
suicidio, se reportan autolesiones, abuso de alcohol y sustancias narcóticas,
juegos de azar, abuso doméstico e infantil, anomia, acoso cibernético, agobio,
estrés económico, duelo, desempleo…
La
prioridad de las autoridades sanitarias en estos momentos debe ser el establecimiento
de monitoreo e informar sobre tasas de ansiedad, depresión, autolesiones,
suicidios y otros de la población.
Estas
acciones deberían adoptarse a nivel general y en los grupos vulnerables,
incluidos los trabajadores de primera línea, como son los médicos, enfermeras,
técnicos sanitarios, entre otros.
Realizadas
las investigaciones respecto al Covid-19, los datos serán vitales para determinar
los mecanismos causales asociados con la mala salud mental, incluyendo soledad,
atrapamiento, y las medidas a tomar.
IV
La salud mental colectiva estará aún más en riesgo en el futuro inmediato, por las expectativas de brevedad de la pandemia por coronavirus, y la dura realidad de su prolongación por el constante desconocimiento de los protocolos preventivos del contagio y los rebrotes por esa misma causa.
Mientras se
establecen las características de una posible pandemia en salud mental y su manejo
sanitario, las personas deben seguir ciertas medidas de autocuidado, para su
equilibrio emocional.
Esas medidas
son excepcionalmente buenas para la salud física y mental, y pueden ayudar a
tomar control de las emociones y conducta, cuidando cuerpo y mente, y para
sintonizar de manera adecuada con otros.
Debemos
dormir bien, unas ocho horas. Una estupenda decisión es acostarse y levantarse
a la misma hora todos los días; ese horario debe seguirse de forma cuidadosa
sin interrupción de esa saludable rutina.
Hacer
actividad física de manera regular, evitando que sea agotadora; realizarla
ayuda a reducir la ansiedad y mejora el estado de ánimo, al liberarse las
endorfinas, conocidas como hormonas de la felicidad.
Pese a las medidas
de distanciamiento físico, debemos salir al aire libre, garantizando la distancia
con otras personas; tomar un sendero natural, una vía no muy concurrida o
cualquier otro espacio seguro.
Realizar
una dieta balanceada y ejercitarse todos los días. No ingerir cafeína después
de las 3:00 de la tarde; así se evita el insomnio, que agrava el distrés, la
ansiedad y la angustia. No consumir alcohol u otras drogas.
Debemos limitar el tiempo frente a las pantallas de los dispositivos electrónicos; es saludable apagarlos 30 minutos antes de dormir, sean estos TV, tableta, PC o teléfono móvil. ¡A relajarse y a “recargar las pilas”!
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