Por
ANULFO MATEO PÉREZ
A una
profunda reflexión nos deben llevar el surgimiento de Marcha Verde y su
permanencia durante casi dos años en el latir de cada lucha reivindicativa
sectorial, con un proceso de crecimiento y sostenibilidad nunca visto en la
sociedad dominicana, que desde la dictadura de Trujillo ansía vivir en
democracia.
En
el movimiento verde, que siguió muy distante la parpadeante luz esperanzadora
del destierro de la corrupción y la impunidad en la administración del Estado,
ha primado el respeto entre sus integrantes.
Multitudes
han marchado por calles y avenidas, procedentes sobre todo de sectores
populares y medios, han logrando atraer núcleos económicos y políticos bajo las
mismas consignas unificadoras sin sectarismos.
Ese
esfuerzo inspirador por más democracia y nuevo poder, debe respetarse y no
provocar que sucumba por las divergentes posiciones frente al proceso político
que se encamina al sufragio universal del 2020.
Debemos
comprender que las elecciones y la lucha de masas no son contradictorias, si
sabemos combinarlas en el mejor sentido, teniendo como guía las consignas que
le dieron origen a Marcha Verde.
Ahora,
durante y posterior a los comicios por venir -independiente de que sean
pervertidos o no- se debe mantener a Marcha Verde activa hacia las metas que se
ha trazado desde sus inicios hasta este momento.
Con
la experiencia de que los procesos electorales han dado al traste con todo
intento de unidad de los sectores progresistas y revolucionarios –y en
particular entre las izquierdas- hay que evitar que se repita.
Y
no olvidar que los sustentadores del sistema y del gobierno harán todo lo
posible por inocular contradicciones y estimular las ya existentes para
destruir a Marcha Verde, que es la piedra dentro de su zapato.
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