Por
ANULFO MATEO PÉREZ
Cuando
usted esté leyendo esta columna este domingo temprano, cientos de miles de
conciudadanos estarán concurriendo por distintas rutas a una cita en la 27 de Febrero
con Tiradentes de esta capital, con el propósito de participar en la Marcha del Millón,
convocada por el movimiento verde.
El
pueblo dominicano hastiado del saqueo a que sigue siendo sometido, exige una
vez más el fin de la corrupción y la impunidad, para los que detentan los
poderes públicos, negándole sus derechos inalienables.
Esa
multitud que marcha defiende el derecho a vivir en democracia, en un sistema de
equidad e inclusión para los que con su trabajo contribuyen a crear la riqueza,
que unos pocos se endosan de forma ilícita.
Los
que han detentado el poder político y económico, desde la creación de la República (1844), lo han
hecho mediante prolongadas dictaduras o pseudo-democracias, manteniendo a los
de abajo en la ignorancia.
Sólo
durante los siete meses de los gobiernos de Juan Bosch (1962) y de Francisco A.
Caamaño Deñó (1965), respectivamente, se dieron pasos hacia la democracia,
truncados por la oligarquía y el poder extranjero.
De
modo, que el continuismo trujillista, balaguerista y peledeista han arruinada
la vida de la mayoría de los dominicanos durante largas décadas, enajenando sus
intereses, secuestrando la justicia y la libertad.
Mientras Danilo Medina exhorta a defender “su obra de gobierno”, se marcha hacia el Centro de los Héroes contra la corrupción y la impunidad, y se condena la manipulación de la justicia en el caso Odebrecht.
La Marcha del Millón demanda democracia, que es el poder para la mayoría y por la mayoría, dirigido esencialmente a satisfacer sus necesidades materiales y espirituales, sin pervertidos ni reeleccionismos.
Mientras Danilo Medina exhorta a defender “su obra de gobierno”, se marcha hacia el Centro de los Héroes contra la corrupción y la impunidad, y se condena la manipulación de la justicia en el caso Odebrecht.
La Marcha del Millón demanda democracia, que es el poder para la mayoría y por la mayoría, dirigido esencialmente a satisfacer sus necesidades materiales y espirituales, sin pervertidos ni reeleccionismos.
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