Por
ANULFO MATEO PÉREZ
Ahora
resulta que no hay responsables de la corrupción y la impunidad que asfixian al
país; que el desastre en el orden ético-moral, social, económico y
administrativo no tiene autores intelectuales ni materiales; que nuestra
desgracia ha sido signada por el “destino” al que estamos condenados todos.
El
Gobierno dice compartir la preocupación externada por la Iglesia Católica
en su Carta Pastoral sobre la corrupción e impunidad que afectan a la nación,
mientras propicia y trata de encubrir esos males.
Lo
expresado por el ministro administrativo de la Presidencia , José
Ramón Peralta, se inscribe en el “cinismo político”, compartido por quienes
profesan una conducta aberrante desde un Estado delincuente.
En
sus inicios era “sotto voce” la corrupción del peledeismo, que inició su
acumulación primaria con cierta timidez, para terminar de forma descarada
enriqueciendo a su cúpula y a otros próximos a ella.
La
pieza de los prelados puso el dedo en la llaga al denunciar sin tapujos “…la evasión
de impuestos, de tanto crimen y robo, de la creciente violencia, de la
impunidad de tantos delincuentes públicos…”.
Esa
triste realidad es la que ha provocado que la sociedad dominicana se estremezca
y haya constituido la
Marcha Verde , para demandar el cese de tantos abusos, que se
cometen desde un poder usurpado.
La
marcha que se realizará el próximo 28 de enero hacia el Palacio Nacional, para
demandar el cese de la corrupción y la impunidad, debe ser el aldabonazo que
permita el definitivo despertar de esta pesadilla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario